Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Españabobos

La nacionalidad es una lotería, cada cual tiene la que le toca. ¿Qué méritos tiene ser español o un patriota cualquiera?

Teodoro García Egea me ha demostrado que sufro una grave debilidad del sentimiento patrio. En un alarde intelectual sin precedentes, el secretario general del PP ha dicho: "Celebramos la Navidad, ponemos el belén, ponemos el árbol, celebramos nuestras tradiciones, nuestra Semana Santa, y nos sentimos orgullosos. ¡Y, al que no le guste, que se aguante, porque nosotros somos españoles!". Ha precisado, además, que los españoles, los buenos, defienden la caza y los toros. "Es que no cumplo una", le comenté nada más oírlo a Vicky, la compañera que siempre va conmigo (o sea, mi perra), que no prestó atención, porque es sorda y no tiene más nación que el prado en el que persigue incansable cualquier esfera rodante. Se lo repetí a mi amigo Miguel, quien me recomendó compensarlo desayunando chocolate con churros en el Café Fútbol, o piononos en casa Ysla, que constituyen maneras más discretas y granadinas de ejercer de español. Pero tengo el estómago delicado y prefiero ser un mal español que un buen español con ardores.

Aunque me preocupó. A ver, pensé, si soy un español sin pedigrí, de veinte o treinta generaciones nada más. Igual Cambril es el apellido de los descendientes de algún arquero del Príncipe Negro que vino a guerrear por el Camino de Santiago. O de algún judío converso que tomó el nombre de su localidad de nacimiento en la actual provincia de Tarragona y después perdió la ese en Andalucía. Alguna tara debo de tener para que no odie a Junqueras ni vibre con las banderas ni con los himnos, salvo, claro, con 'Paquito el chocolatero'. Pienso que la nacionalidad es una lotería, cada cual tiene la que le toca, e igual me sentiría siendo danés o italiano. La lengua, el clima, la cocina, las costumbres, las gentes me han hecho como soy, pero podría ser de otro lugar y de otra manera y lucir, o no, el mismo orgullo. Ni el país ni yo mejoraríamos por el azar de haber nacido en él. ¿Entonces, qué mérito tiene ser español? ¿O ser un patriota cualquiera? Es más: el nacionalismo fue uno de los peores enemigos de los habitantes del añorado siglo XX. Igual Mencken atina cuando postula que "cuando oigas a un hombre hablar de la patria, es signo de que espera que le paguen por eso." De hecho hay engañabobos, o Españabobos, tipos que quieren tanto a España que se la han quedado toda. Así que, mientras ahorro para comprar un buen trozo, tendré que considerarme un terrícola, un vialácteo o una insignificante criatura universal.

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