Cambio de sentido

Espejismo España

Creemos con más fe en el espejismo de España que en el país que vemos con nuestros propios ojos

Gracias, espejo cóncavo del callejón del Gato; gloria a ti, Max Estrella, contrahecho y curda -in vino peleón veritas- pronunciando ante tu roto y vivo reflejo estas palabras: "El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada".

El esperpento de Valle o Goya, aquella visión cáustica y disidente, nada tiene que ver con nuestro actual espejismo. Marca España, lo llaman y su objetivo es -leo en su web- "mejorar la imagen de nuestro país en el extranjero y entre los españoles". Aquí huele a marketing, y yo no he sido. El Real Instituto Elcano acaba de publicar el nuevo barómetro de la imagen de nuestro país: "España es valorada sobre todo como destino turístico" y se asocia con sol, playas, ciudades, fiesta, paella, los toros y el flamenco. Arsa pilili. Pero salimos en la foto más guapos que el año pasado: ya no nos asocian fuera con la palabra "crisis" y, ¡gol!, "el fútbol se ha convertido en uno de los principales signos de identidad y origen" de nuestro prestigio internacional. "Vender es venderse", "aquí no hay obreros sino criados", me susurra el fantasma de Max Aub; "si España es una, ¿dónde está la otra?", me pregunta el esqueleto -sigue en los huesos- de Bergamín. ¿Y por qué, María Zambrano, atraviesas el tiempo -tú que sabes- y me hablas de España, sueño y verdad, si tu guerra está perdida? ("Por eso", vuelves a responder). Lo peor viene cuando las paisanas y oriundos creemos con más fe en la cornucopia española -que desde los viajeros románticos y el desarrollismo se ha limpiado con papel de periódico y ginebra, y ahora además se remoza con su mijita de marca Zara y chefs brillosos- que en lo que vemos, sin cristal, con nuestros ojos.

Ni "espejito espejito ¿quién es la más guapa?" ni reflejo en el charco más sucio: contra la imagen y valores de aquella España triunfal (que aún hoy, biliosos, hay quienes siguen queriendo imponer), y la de ahora, tan lacia, brota la necesidad de mentes preclaras y voces libres, críticas, con hondura y a poder ser con gracia, que cuestionen estas cosas. Quizá las haya, pero en el barómetro de Elcano no salen. Casi todas las encuentro en libros de segunda mano, como este de Ramón J. Sender que reposa en mi mecedora. Leo: "La última vez que fui a España las gentes parecían desesperadas pero vi a unas niñas saltando a la comba y cantando en un parque y recordé que siempre hay alguna clase de salvación". Ea, pues saltando. Y con el mazo dando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios