Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Esperándola del cielo

Casado fue a la catedral a pedir al Señor que lo protegiese del akelarre de 'brujas' de izquierdas y de derechas

Las intenciones de Pablo Casado al asistir hace unos días a una misa por Franco, que oficiaba el Arzobispo Martínez en la Catedral, posiblemente han siso tergiversadas. No las del oficiante, jerarca de la Iglesia Católica que no tiene inconveniente en seguir diciendo misas por el dictador, 46 años después de su muerte. Agradecida, como está, al sátrapa que le barrió la era de laicismo y de masonería para que ella sola venciera, reinara e imperara después de la Guerra, y pudiera llenar sus trojes con los jugosos frutos de la Victoria. Alguien debería de haberle avisado de lo que se estaba celebrando en el templo. Pero no lo hizo, y ahora mancha la otrora impoluta figura del líder carismático del PP un estigma indeleble. No trataba el hombre de rebañarle votos a la extrema derecha ni de emular a Enrique IV de Francia, que fue el que dijo lo de que Paris -o la Moncloa- bien valen una misa. Ni a San Agustín, el inventor de la existencia de dos ciudades, la de Dios y la de los hombres, que emperadores y reyes trataron de repartirse -a veces, a palos- con los papas, desde Constantino a Carlos V, pasando por Carlomagno. No, el hombre solo buscaba refugio, paz y oración. Como hemos hecho tantos, en tantas ocasiones. Si se me permite una digresión autobiográfica, diré que en peregrinación a Santiago, en 1982, con Rafael Pedrajas, Manolo Orozco y Manuel Galindo, recalamos en Santa María de Eunate, preciosa iglesia románica cercana a Puente de la Reina. Habíamos salido hacía unos días de Somport, en en la frontera con Francia. Veníamos cansados y empapados por la lluvia, tras una larga etapa y entramos en la iglesia; nos sentamos en sus bancos, y una paz extraordinaria, que dulcificó los trabajos del Camino, nos embargó. Pablo entró en la basílica granadina en busca de esa paz, estresado por el acoso de las meigas de izquierda y, amenazado en su presidencia, por la bruja Ayuso. Antaño, el akelarre -como él lo ha llamado- hubiera acabado en una ecológica y barata hoguera de leña. Pero recurrir a los hornos eléctricos de los crematorios, a como está la luz, hubiera supuesto la ruina del PP. No iba a misa, pues, Pablo, sino a pedirle al Señor que apartara de sí el cáliz de las furias. Y allí se topó con la misa franquista. No echó a correr; formuló su oración. Y hoy es el día en que sigue esperando que el cielo le responda.

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