Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Euforia y delirio

EL ímpetu de la victoria del PP en las elecciones europeas también ha contagiado a Granada. Desde hace días los concejales de la derecha andan más lenguaraces y retadores, como si la euforia del triunfo hubiera elevado la estatura de su temeridad hasta la raya del delirio. Me pregunto qué pasaría si un día ganaran las generales. O las autonómicas. En el caso de Arenas sería como desvirgar a un célibe que lleva varias décadas empeñado en inútiles tentativas. En nuestro caso el PP se ha atrevido, llevado por la resaca del triunfo, a hurgar en los asuntos apartados por acuerdo del debate político, como CajaGranada y el Parque de las Ciencias. La última tentativa para agitar la bonanza que caracteriza el consejo de la caja de ahorros ha consistido en exigir que el teatro Isidoro Máiquez, inaugurado hace unas semanas tras casi un lustro de obras, se llame José Martín Recuerda.

No ha sido la del concejal Juan García Montero una propuesta a tiempo y razonada, sino anacrónica y buscando remover y dividir al consejo a costa del nombre de un dramaturgo, Martín Recuerda, que no merece semejante manipulación. Estoy convencido que si el PP no gana las europeas -y no se desata por tanto la locura codiciosa entre sus representantes- el concejal García Montero no se habría acordado a estas alturas de Martín Recuerda, como no se acordó durante el dilatado tiempo que ha durado la edificación del Museo de la Memoria. ¡Curioso olvido de la memoria de Recuerda! Eso sí, sabe dónde golpea. Porque desmerecer a Máiquez es como desmerecer el hijo adoptivo de Antonio Claret García que, como exaltamos en otro comentario, fue capaz de escribir y publicar el mismo día y en medios distintos varios artículos sobre la vida y la obra de este perfecto desconocido.

Respecto al Parque de las Ciencias la osadía ha acabado finalmente en una recogida de velas vergonzante. Después de apadrinar una noticia a grandes titulares en un medio de la competencia sobre la ruptura por primera vez del consenso en el parque, el PP ha tenido que reconocer que votó a favor y que la objeción que puso sobre no sé qué auditoría no tiene base ninguna. Y si es infundada lo único que cabe suponer es que responde a ese ánimo ardoroso y levantisco que el triunfo electoral ha insuflado en la moral de la derecha.

Los recelos del PP son demasiado burdos para ser creíbles. Deje en paz la paz y mire dónde pisa no vaya a caer por una boca de alcantarilla.

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