Cambio de sentido

'Eurodrama'

Ni el 'casting' para Eurovisión se ha escapado de la puñetera 'guerra cultural'

Que intervenga de oficio el Ministerio de Igualdad!", he llegado a leer a algún eurofán al borde del telele porque nos representará en Eurovisión Chanel, una cantante de las que tanto se estilan así rollo latino, en vez de las que van como de meigas rarunas (Tanxugueiras) o la de la copla -himno para sus fans- de las tetas (Bandini). El Ministerio no, ¡que intervenga el Ejército! Propongo repartir a nuestras tropas entre Ucrania y Turín. Estoy escribiendo esto y ganándome más enemigos que si escribiera a favor de la gangrena. Este año, los dueños del primetime han decidido que vamos a vivir el festival como en los años de Pasaporte a Dublín. Dicho y hecho. No sabemos dónde mirar, si a Kiev o a Benidorm. Ayuda a entrar en estado regresivo la estética de las propuestas que, en consonancia con la moda actual, me retrotraen a cuando diseñaba mis propios disfraces para salir en la cabalgata del pueblo.

Le siso al querido Francisco Andrés Gallardo el apelativo "eurodrama", no para hablar de la respuesta de quienes gustan de este entretenimiento -sobre gustos no hay disputas-, sino para manifestar mi estupor ante la reacción de políticos y analistas de esos más serios que un pantalón. Ni el casting para Eurovisión se ha escapado de la guerra cultural: se ha convertido en una bomba en torno a asuntos como lo identitario o el feminismo. Sólo nos falta hablar de golpe de Estado porque ha primado el voto del jurado al demoscópico ("¿Qué es demoscópico?", preguntaba con razón una señora la noche de autos). Lo que diariamente nos hacen tragar como ideal redivivo de mujer, diosa latina empoderada por la gracia de sus cachas, que canta como en llanito cosas materialistas y tela de machistas, de pronto nos parece el colmo de la cosificación y la banalidad. Ni en fondo ni en forma veo diferencia entre el "Yo siempre estoy ready" (¡qué esclavitud!) que entona mientras se estira, al filo de partirse las ternillas, esta buena curranta del espectáculo, y el "yo la batí hasta que se montó" (metáfora porno-cinética estomagante) de la actual Rosalía, y sin embargo el concepto de esta última nos lo hemos comido con papas como sinónimo de poderío femenino. En fin, que mainstream es mainstream y, como siempre, se usa como arma de distracción masiva, pero ahora además como parte frívola de la puñetera batalla cultural. Ni pandemia ni leches: a este paso, en la próxima encuesta del CIS, Eurovisión va a ser uno de los principales problemas de los españoles.

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