La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

¿Europa maniatada?

A la democracia le resulta difícil combatir a los islamistas sin vulnerar sus principios básicos

El asesino islamista de Estrasburgo había nacido en 1989 en esta ciudad. Estaba fichado como radicalizado peligroso y delincuente con 27 detenciones. Luego no era un desconocido para la Policía. El mercado de Navidad de Estrasburgo está bajo el punto de mira de los islamistas desde que en las Navidades de 2000 un grupo conectado a Al Qaeda, dirigido por un individuo residente en Fráncfort, preparó un atentado que afortunadamente fue desactivado el 20 de diciembre, pocos días antes de cometerse. Durante la investigación se encontró un vídeo con imágenes de la multitud en el mercado navideño estrasburgués en el que se decía: "Enemigos de Alá, iréis al infierno". Luego tampoco nada nuevo.

18 años después lo han logrado: tres muertos y 13 heridos, ocho de ellos graves. No debe sorprender que, aunque se llame Chérif Chekatt y sus padres sean marroquíes, el asesino islamista sea un francés nacido en Francia. Ni el origen ni el color de piel definen a un francés. Sólo un xenófobo supremacista afirmaría que para ser francés hay que ser blanco y cristiano o ateo. Esto, además de una barbaridad racista, sería profundamente antifrancés, tal como entendemos a Francia desde 1789.

Tampoco las ideas o creencias tienen nada que ver… Salvo que ataquen los fundamentos históricos de la Francia de la Declaración de los Derechos del Hombre y los actuales de la Constitución de la V República, que en su preámbulo y primer artículo define qué significa y a qué obliga ser francés: "El pueblo francés proclama solemnemente su adhesión a los derechos humanos y a los principios de la soberanía nacional tal y como fueron definidos por la Declaración de 1789… Francia es una República indivisible, laica, democrática y social que garantiza la igualdad ante la ley de todos los ciudadanos sin distinción de origen, raza o religión y que respeta todas las creencias".

Para ser francés da igual la raza y ser católico, protestante, musulmán, judío o ateo. La Constitución garantiza la igualdad y la libertad. El problema es que hay franceses islamistas, es decir, partidarios de una aplicación integrista del islam, que pretenden derribar este sistema de libertades aprovechándose de él. A sabiendas de que a un Estado democrático le resulta extremadamente difícil combatirlos sin vulnerar sus propios principios de tolerancia y libertades. En este laberinto está metida Europa.

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