Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Examen a Bolonia

HE presenciado la manifestación de ayer en Sevilla contra el Espacio Europeo de Educación Superior. Bolonia, para los amigos. Dicen las agencias, que había 2.500 personas. A mí me parecieron más. En Granada y Málaga había unos mil, según la Policía. Los alumnos se quejan de muchas cosas: de que desaparecerán las carreras que no tengan suficientes alumnos, que las diplomaturas de cuatro años serán como cursos de formación profesional cualificados, que los master de posgrado serán muy caros, que se está privatizando la enseñanza universitaria.

Bolonia se crea para facilitar la libre circulación de personas dentro del mercado único europeo. Los diplomas serán válidos en todos los países y se establece una estructura de estudios similar en la toda la UE: grado, master y doctorado, como ya se hace en muchos sitios. Lo malo sería que la única regla que se aplique sea la del mercado. Un pueblo culto como el europeo debería desarrollar materias y disciplinas que no se venden bien. La milenaria cultura europea no la mantendrán escuelas profesionales, sino cultos investigadores universitarios. Tengo la impresión de que la Junta de Andalucía, con la creación de una macroconsejería de Innovación, Ciencia y Empresa, prima desde hace más de cuatro años las carreras técnicas y tecnológicas por encima de las humanidades o las ciencias, aunque las autoridades lo niegan.

También parece razonable cambiar la equivalencia de los créditos, que en España estaba en función de las horas de clase recibidas, por las horas de trabajo del alumno. Por cierto que el trato directo del profesor con los estudiantes sería una de las ventajas del nuevo sistema. Pero tengo serias dudas de que la implantación de Bolonia vaya a significar una revolución pedagógica. Los profesores universitarios tienen cierta aversión a dar clase. Porque la investigación y la publicación brindan más méritos para ascender. Y porque en los métodos de selección de personal docente no han primado virtudes como la oratoria, la comunicación o la vocación por la enseñanza.

Ya sabemos que la tarea principal de los profesores universitarios es crear cultura, no transmitir la creada por otros, pero Bolonia les ofrece una gran oportunidad para ejercer su magisterio, con la evaluación continuada de los alumnos. No soy optimista en este campo: ocurrirá que los grandes catedráticos se reservarán las clases de los master y habrá profesores junior al cargo de los alumnos de diplomatura. Los alumnos hacen bien en reclamar que el precio de los futuros master sea más asequible. Y, en fin, hay algo que me gustó especialmente de las manifestaciones de ayer. Algún líder estudiantil amenazó con medidas drásticas, como hacer huelgas a la japonesa. O sea, trabajar a destajo. Bienvenidos a la vida real.

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