Exoplanetas

¿Y si otros seres atraviesan el universo como quien se inmerge en el agua pura, violentamente azul, de agosto?

El hallazgo de tres exoplanetas, orbitando alrededor de una pequeña estrella, parece que ha despertado en el ánimo lector cierta capacidad de ensoñación que se adormece durante los meses fríos, pero que recuperamos durante los largos días, durante las oscuras y promisorias noches del verano. El breve sistema planetario, bautizado como TOI-270, gravita sobre una enana roja y está formado por tres planetas: uno rocoso, más parecido al nuestro, y dos gaseosos, de la familia, digamos, de Júpiter, Saturno, etcétera. Naturalmente, con dicho descubrimiento los periódicos se han lanzado a especular con la posibilidad de habitarlo (está a unos setenta y tres años luz), mientras que los astrónomos, más cautelosos, se conforman con estudiar las similitudes entre aquel mundo y el nuestro, asunto éste que no deja de sobrecogernos, por lo que tiene de ensoñación, tan necesaria como inútil.

Uno de los ejemplos más fascinantes de esta mezcla de ensoñación y ciencia se dio hace más de un siglo en las vastas soledades de Arizona. Allí, en su observatorio de Flagstaff, el astrónomo Percival Lowell se dedicó a dibujar minuciosamente los canales que atravesaban la superficie de Marte, como antes lo había hecho Schiaparelli; canales cuyo curso indicaba la existencia de una civilización que había luchado por preservar y domesticar el agua marciana. Hoy sabemos que no era así. Pero buena parte de la iconografía alienígena, y la propia amenaza/esperanza de una civilización marciana, se deben a las indagaciones, pretendidamente científicas, de mister Lowell. De modo que el verano, su oscuridad profunda y acogedora, nos pone naturalmente ante la posibilidad de lo improbable, y he aquí que el veraneante en chanclas se pregunta, mirando hacia lo alto, ¿y si nuestra aventura pudiera continuarse allá lejos, en alguna roca deshabitada que aguarda nuestra fiebre, nuestra sed, nuestra desdicha? ¿Y si otros seres atraviesan el universo como quien se inmerge en el agua pura, violentamente azul, de agosto?

Es verdad que en Navarra, en Cataluña, en el País Vasco, hay seres que se creen de un linaje distinto y superior a sus congéneres. Pero esta óptica, un tanto mezquina y pulverulenta, no es la adecuada para abordar tales asuntos. Tampoco lo fue, obviamente, para mister Lowell. En sus errores hay una verdad profundamente humana, que ya estaba en Homero y en Galileo; una verdad que aún late en el veraneante ocioso cuando mira hacia arriba y dice: más allá, más allá, "plus ultra".

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