Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Falso autónomo

EL teniente M. nunca lució los galones de oficial por un cuartel, ya que su verdadera carrera militar la acabó de brigada. Cuando "cogió la transi" (es decir, pasó a la llamada reserva transitoria, acogiéndose a un decreto de 1985), un suboficial como él, que había logrado lentos ascensos hacia la medianía, podía llegar a su meta en el escalafón jubilándose de teniente, por ejemplo, y seguir haciendo trabajillos en el mismo cuartel donde se jubiló, ya por lo privado, y sin perder un duro de su pensión. En la vida laboral civil, crece hoy sin cesar el número de brigadas M., pero estos nuevos brigadas carecen de chollo alguno; no se nutren ni mucho menos de la dieta teta más sopa para la segunda edad y media, que ha sido muy común en la función pública, no sólo en el Ejército, sino también en la Universidad: jubilados prematuros con toda la morterada salarial y algo más, que no trabajan, pero el Estado sigue cotizando por ellos de lo lindo, y que se pueden dedicar -como el brigada- a tareas profesionales por cuenta propia, dentro de un orden. Nada que ver. El pobre falso autónomo es un señor o señora que trabaja para una empresa en exclusiva, pero sin estar en la plantilla de dicha empresa. "Si quieres trabajar aquí, los seguros sociales te los pagas tú"; "Bueno, vale". El falso autónomo es una especie sufriente y desprotegida. No es que el verdadero autónomo esté muy protegido, por supuesto: ya no hay nadie en la suboficialidad civil que esté protegido, ni tampoco la tropa por cuenta ajena tiene una vértebra a cubierto, bien mirado. El falso autónomo engrosa falazmente las estadísticas de empresarios españoles, cuando es un currito de manual, aunque sin los derechos y seguridades -menguantes- de los empleados de toda la vida, los de la nómina. El falso autónomo puede ir a la calle de un día para otro como quien pierde la condición de proveedor de una empresa. Se estima que este ejército algo mercenario cuenta en sus filas con 250.000 soldados por cuenta propia, y aunque hay una figura legal para quienes son autónomos pero trabajan para una sola empresa (llamado innovadoramente Trade), como tales trade figuran apenas un cinco por ciento de los que lo son de hecho. Pero en un país donde hay otro superejército pasivo -lo que Marx llamaría un Ejército industrial de Reserva- compuesto por cinco millones de parados, en una reserva mucho menos benéfica que la del brigada M., cabe consolarse con que un falso autónomo será falso, pero tiene trabajo. Y el Estado ingresa sus cuotas. Hagamos lo imposible por cuadrar las cuentas públicas. Para los milagros del emprendimiento nos estamos preparando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios