Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Famélica ambición

La famélica ambición de los 'sanchistas' Chema Rueda y López Calahorro estará justificada si sirven al bien común

Caería un meteorito, se extinguiría, casi, la vida en el planeta y pronto, el escrúpulo vital sobreviviente comenzaría a proliferar, a multiplicarse. La vida es invasiva, expansiva, ambiciosa. Tampoco la laberíntica vida que nos habita a los sapiens, es ajena a la expansión, a la invasión, a la propagación, a la ambición. La ambición tiene sus partidarios y sus detractores. Una de las ambiciones de los que íbamos para sabios humanistas, y que nos hemos quedado para vestir la red con nuestras ocurrencias, era aparecer como omniscientes. Que los sabíamos todo, que lo habíamos leído todo. De vez en cuando, para cubrir nuestra evidente ignorancia y captar la benevolencia de nuestros lectores, citábamos el "Sólo sé que no sé nada" de Sócrates. Pero nos la pasábamos dando la impresión de saberlo todo. Ahora, con la Wiki, es posible dar el pego. Por ejemplo, no me ha costado nada encontrar una opinión favorable sobre la ambición, la de Goethe: "La ambición y el amor son las alas de las grandes acciones", y menos, dar con una opinión desfavorable. En cierta ocasión, la subdelegada del Gobierno en Granada me preguntó si ser ambiciosa era malo. Condescendiente, le contesté que si la persona ambiciosa, al tiempo que se colocaba bien, ayudaba a la gente, ¡guay! Lo mismo le diría hoy a Chema Rueda, al que las endogámicas primarias socialistas han despertado de su letargo político. Una profunda sensación de déjà vu, o de estar en un permanente y paralizante flashback, es lo que nos producen los políticos y su ambición. De nuevo el procés, Marruecos, la eterna guerra de los sexos, enésima ley de educación, pines, fotos en Colón, la imputación de Cospedal... Los aspirantes a ocupar puestos en el depauperado esqueleto estatal, y a vivir de ellos, intentan convencernos de que los mueve su vocación de servicio al común. No me ha costado encontrar en Montaigne un consejo para esta caterva de ambiciosos que, incapaces de enfrentarse al acuciante presente, siguen, anacrónicos, chapoteando en el pasado: "Que sondeen sus conciencias y reconozcan, por el contrario, que los empleos, cargos, y toda la demás trapacería del mundo, se codician principalmente para sacar de la fortuna pública provecho particular". Alarmante que el ensayista francés, muerto en 1592, parezca hoy más actualizado que nuestros insaciables ambiciosos.

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