Señales de humo

José Ignacio Lapido

Familia cristiana

EL pasado 2007 podría pasar a los anales como el año en el que la derecha española le cogió el gusto a la calle. La bulla pancartera y el griterío de eslóganes ripiados, que otrora fuesen patrimonio de la izquierda, son ahora manejados con soltura por las autodenominadas gentes de orden. He perdido la cuenta de las manifestaciones habidas. Ahí están las convocadas por la asociación del inquietante Alcaraz, las organizadas por los diferentes partidos nacionalistas (el nacionalismo es de derechas por definición) y las promovidas directamente por el PP. Eso está bien. Aunque en su momento Fraga sostuviera lo contrario, la calle es de todos.

Más discutibles son los motivos de muchas de esas protestas. Por ejemplo, los aducidos por los obispos para reunir en la madrileña Plaza de Colón a varios cientos de miles de personas. Aunque estén en su derecho, salir "en defensa de la familia cristiana" es un absurdo filosófico, ya que para defenderse es condición sine qua non haber sido atacado previamente, cosa que no veo yo que haya sucedido. El matrimonio homosexual, el divorcio y el aborto tienen más que ver con la libre elección de las personas que con ningún tipo de atentado a la familia. Incluso las investigaciones biomédicas han sido esgrimidas como excusa. Me pregunto qué terrible amenaza puede suponer una célula madre para un matrimonio.

Al igual que el inquietante Alcaraz nos ha querido hacer creer que en los ocho años que gobernó el PP no hubo atentados de ETA ni conversaciones con la banda terrorista, los obispos quieren hacernos comulgar con semejantes ruedas de molino. Parece ser que con Aznar ni las mujeres abortaban ni las parejas se divorciaban. Al menos tales comportamientos no merecieron que Kiko Argüello, ese gran artista multidisciplinar, entonara entonces sus piadosas coplillas a modo de letanía antigubernamental. Ay Señor, Señor.

Es comprensible que Rouco, García Gasco, los Legionarios de Cristo y toda esa misericordiosa peña añoren los tiempos en los que los jerarcas eclesiásticos recibían bajo palio y brazo en alto al dictador que llegaba al templo después de haber firmado unas cuantas sentencias de muerte, pero también se les puede exigir un mínimo de coherencia con sus propias prédicas: "La verdad os hará libres" (S. Juan 8-32)

Y la verdad es esta: un Estado tan radicalmente laico como los obispos sostienen que es el nuestro le suelta a la Conferencia Episcopal una considerable morterada de millones de euros todos los años. Religiosamente. Un sustancioso óbolo cuya cuantía Zapatero ha aumentado en esta legislatura hasta alcanzar el 0,7 por ciento del PIB. Si eso es laicismo radical que venga Dios y lo vea.

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