Fase 3: nada que rectificar

Como diría el trabalenguas: el rectificador que rectifique que gran rectificador será

Podrían escribirse muchas columnas que ilustraran la incapacidad humana para reconocer errores o siquiera rectificar de algún modo. Estaría por afirmar que la actividad política se basa principalmente en esa incapacidad de reconocer errores ni méritos al oponente. Empero, como estamos a punto de estrenar la nueva normalidad, sea ello lo que sea, podríamos, para ayudar al magno estreno, recordar algunas "no rectificaciones" de nuestra clase política.

Empecemos, por ejemplo, con la del PNV, el que siempre gana, que tras aprobar los presupuestos, que son los que siguen vigentes, le retiró su apoyo a Rajoy hace dos años y permitió la moción de censura que derribó su gobierno. Hay que recordar que el PP llevaba años diciendo que no tenía porque disculparse o rectificar nada de nada. Como si la corrupción que le salía por todos lados fuera una mera farsa.

Podría seguir recordando las pesadillas que parecía sufrir Sánchez, el presidente, en caso de tener que gobernar con Iglesias, el ahora vicepresidente de ese mismo gobierno de Sánchez. ¿Qué mejor ejemplo de "no rectificación" podrá ilustrar los textos de historia contemporánea?

Quizás le supere la beatífica afirmación de los "no sé cómo calificarlos" diputados de Bildu que dicen apoyar el estado de alarma porque se preocupan por la vida de la gente. Ya sabemos que a esos "no sé cómo calificarlos" siempre les ha preocupado mucho la vida de la gente.

Con ejemplos como los ilustrados, preocuparse ahora porque la ministra Irene Montero reconozca, en privado, que lo de la manifestación de marzo tuvo su "aquel" pero que "claro no lo iba a proclamar a los cuatro vientos"; o qué el ministro del interior diga una cosa en sede parlamentaria pero los papeles digan otra sobre el cese de sus cargos de confianza, eso es gana de fastidiar, oigan. Eso es "no rectificar" pero bajito.

Nuestra clase política nos ha llevado a lo más alto de todos los estándares mundiales, incluso cambiando la forma de contar muertos, vivos y resucitados para que todo les cuadre. Si las mascarillas en marzo eran un estorbo, ahora son obligatorias. Si decimos que no pactamos con el diablo y luego nos comemos los mocos con todas las cohortes infernales, eso es claro ejemplo de rectificación por el bien de la coherencia y del sillón del gobierno. Como diría el trabalenguas: el rectificador que rectifique que gran rectificador será. Vale (del latín: consérvate sano).

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