Rosa de los vientos

pilar Bensusan

Felipe VI o Mr. President

SIN la elefantiasis juancarlensis y los urdanga trinconensis, probablemente habría menos banderas tricolores -con combinación nada fashion- reclamando la III República ahora que el rey Juan Carlos ha decidido darnos la noticia bomba de abdicar en favor del príncipe Felipe antes de que se vayan Rubalcaba y Rajoy, por si las moscas…

Pero, si fuera Felipe VI les daría un ejemplo de tolerancia a quienes piden la república -incluida Henar Ortiz, la tía díscola de Letizia- dándoles el deseado referéndum, porque la consolidada monarquía parlamentaria -a pesar de las últimas pifias reales y de la imputada Cristina, torpezas y errores totalmente ajenos al futuro rey- es preferida por un 53,1% de los españoles, frente al 36,3% que se decanta por la república, según la última encuesta de Invymark para La Sexta.

Y es que, aunque todos nos hemos sentido republicanos en algún momento de la instrucción del caso Nóos, hay que reconocer los logros y esfuerzos del rey Juan Carlos a lo largo de sus 39 años de reinado, el de mayor libertad, democracia y tolerancia de toda la historia de España, y su crucial papel de árbitro apolítico y de figura de consenso en todos los avatares vividos en ese tiempo.

De todas formas, ni el Gobierno ni Felipe VI tendrían obligación legal alguna de permitir un referéndum sobre monarquía o república, ya que la forma constitucional del Estado español es la monarquía parlamentaria y, quien quiera otra distinta, que plantee una reforma de la Constitución Española -por cierto, refrendada por una mayoría aplastante de los españoles- y la consiga. Y el discurso fácil de que la Constitución no la hemos votado muchos de los españoles de hoy en día se cae por su propio peso, ya que tampoco han votado su actual Constitución vigente la mayoría de los alemanes (es de 1949), de los franceses (es de 1958), de los italianos (es de 1947)... y ninguno de los estadounidenses, ya que la suya es nada menos que de 1787, y con esa regla de tres, habría que estar reformándola todos los días para que siempre estuviera refrendada por la mayoría de los ciudadanos vivos.

Aclarada pues una legalidad que muchos ignoran cuando les conviene, un país democrático moderno puede funcionar igual de bien con un rey o con un presidente de la república como jefe del Estado -aunque éste sería un político…-, la diferencia en España la debe de marcar el propio Felipe VI, propiciando estabilidad, demostrando talante moderador, independencia, prudencia, transparencia y cercanía a los ciudadanos. Importantes retos pues para un rey del siglo XXI.

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