NO sé si a un ministro del PP se le hubiera consentido así como así clasificar a las mujeres por su morfología en tres grupos (diábolo, campana o cilindro) sin despertar una ola de indignación en las feministas de guardia, siempre atentas, y bien que hacen, al machismo irredento que trata a la mujer como objeto. Como lo ha hecho un ministro del PSOE, bien hecho parece estar.

Lo que sí sé es que en Andalucía, en Sevilla, se ha producido un caso escandaloso de vejación y persecución a una mujer, Carmen Fernández, a la que entre jueces, funcionarios y autoridades le han negado durante doce años, y hasta la muerte, el derecho a rehabilitarse del alcoholismo y a recuperar a sus hijos, Iván y Sara. Todo muy legal, eso sí. Tan legal como injusto. Once resoluciones judiciales no han sido suficientes para que esta mujer terminara de pagar por su error y acabara una vida desdichada con un mínimo de felicidad.

El presidente Chaves ha tenido un gesto de piedad demorada. "Si hemos podido cometer un error, pedimos disculpas", ha dicho. Es decir, todavía emplea el condicional ("si hemos podido..."), como si estuviera en discusión que el error haya existido, antes de presentar unas disculpas que ya Carmen Fernández no podrá recibir porque en su existencia todo lo bueno ha llegado demasiado tarde. Su consejera de Igualdad y Bienestar Social -leen bien: ¡Igualdad y Bienestar Social!- anunció primero que no iba a recurrir la sentencia que obligaba a la Junta a indemnizar a la mujer ante la imposibilidad de devolverle a sus hijos, pero luego se plegó a los "informes jurídicos" que aconsejaban el recurso. He aquí un caso de imposición de los informes jurídicos sobre la sensibilidad humana más elemental.

Lo más llamativo del asunto es el estruendoso silencio de todos los organismos, instituciones, plataformas y organizaciones andaluzas de proclamada defensa de la mujer. ¿Dónde se han metido? ¿Acaso no era Carmen Fernández una mujer privada de sus derechos? ¿No merece ni un comunicado de oficio ni una triste nota de prensa denunciando la injusticia de la que ha sido víctima? ¿Las mujeres pobres y ex alcohólicas no sufren padecimientos más graves que las que tienen dificultades para figurar en una lista electoral? ¿Habría habido la misma reacción -ninguna- si el Gobierno andaluz estuviera en manos de la derecha o más bien se habría desatado un vendaval de protestas y manifestaciones contra el PP machista y partidario de la sumisión de la mujer?

Mientras más convencido estoy de la igualdad plena de hombre y mujer y de la necesidad de trabajar por ella, menos trago a ese feminismo de pitiminí con su doble rasero y su moral de plastilina.

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