Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Festival, el gran reto

Cada edición -y llevamos 68- confirma la continuidad de un proyecto que exige la excepcionalidad permanente

El columnista, en estas fechas, tiene la fortuna de poder hablar, con cierto conocimiento de causa, por haber sido testigo -y plasmado sus impresiones en lo que hoy llaman la 'maldita hemeroteca'-, de gran parte del trascurrir de la historia del Festival de Música y Danza de Granada, el acontecimiento cultural más importante de proyección internacional de la ciudad. Un evento con el que hay que ser exigentes, no complacientes, para estimular el mantenimiento de la excepcionalidad que es lo que perdura en el recuerdo y en el tiempo. El paso por los escenarios de la Alhambra, el Generalife y otros lugares monumentales de las primeras figuras en todas las especialidades de la música y la danza y de los conjuntos más emblemáticos comprendo que es una pesada carga para los que tienen la responsabilidad de mantener ese alto listón en cada edición. Imitar o superar los 'momentos estelares' es difícil, pero, con toda la necesaria renovación obligada, porque los desaparecidos no vuelven, pero sí están sus relevos, no puede relajarse una programación que tiene obligatoriamente que alejarse de rellenos que tienen el peligro de convertir el evento en un remedo de un ciclo de conciertos provinciano, con simples destellos más o menos rutilantes. A todos los responsables de la programación -y han sido numerosos los que han asumido esa obligación- les hemos reclamado máxima ambición, como hemos exigido a las instituciones que lo mantienen, y a las firmas que lo patrocinan, generosidad para que puedan abordase proyectos audaces que sean motivo de atracción, no sólo local, sino en la proyección pensada desde sus comienzos.

No es lugar esta columna para hacer referencias a una edición que acaba de empezar. Sólo mencionar algo fácil de decir, pero difícil de ejecutar, cuando se cuenta con el presupuesto con el que hay que jugar las cartas. Pero hay que partir de esa premisa de la excepción como norma para no rozar, en ninguna arista de los programas de cada año la mediocridad o simplemente la calidad, que no puede confundirse con excepcionalidad. El Festival es el gran compromiso cultural de Granada y desde esa idea podrá comprenderse mejor exigencias y no cómodas complacencias.

Hablaremos de arte y cultura, por fortuna, estos días, cosa que no debería ser una excepción en el devenir de una ciudad y de un país. Obligación de priorizar la cultura, no sólo en consolidadas estructuras como es el Festival, sino de crisis no resueltas como la que padece la Orquesta Ciudad de Granada. De ello es necesario hablar y no sólo de la podredumbre política que, con los últimos residuos de pactos, cambalaches y sainetes esperpénticos emborrona la democracia que tanto trabajo costó restaurar.

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