Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Festival contra mediocridad

La gestión realizada por Pablo de Heras-Casado no ha estado a la altura que exige el certamen

La próxima semana conoceremos el nombre del nuevo director del Festival Internacional de Música y Danza de Granada y, supongo, sus ideas sobre el acontecimiento cultural más importante y de proyección internacional de la ciudad. Quién ha seguido, como crítico o comentarista, las últimas seis décadas del certamen ha visto pasar muchos directores -comisarios se les llamaba antes- que han puesto sus ideas y esfuerzos para mantener la imprescindible superación, calidad y excepcionalidad del evento, tarea difícil, a la que hemos contribuido críticos y comentaristas, recordando los momentos estelares que han prestigiado la convocatoria, exigiendo no rozar en ninguna la mediocridad. Y así, con luces rutilantes -primeras figuras y conjuntos, programas renovados, etc.- y también con sombras denunciadas llegaremos el próximo verano a la 69 edición, con Beethoven como referencia.

La sorpresiva renuncia de Pablo Heras-Casado al frente del Festival, ha obligado a la precipitada búsqueda de sucesor. Inesperada escapada cuando, hace dos años, se presentó con un ramillete de ilusiones, originando un exceso de expectativas que los veteranos en asistir a relevos tomamos con la cautela de la experiencia y no nos sumamos a los incondicionales que estimaron la calidad incuestionable como director de orquesta como suficiente bagaje para confiar en sus proyectos, basados en enriquecer el certamen, en calidad, variedad y proyección internacional. No le negamos, desde luego, el apoyo y confianza que merecía, como granadino y prestigioso músico, pero esperábamos, como diría Anguita, programas, programas, programas. Realidades de una programación en cuya gestión Heras-Casado no ha estado a la altura exigida por el certamen, limitando ciclos importantes -el sinfónico, en la pasada edición, en el que se reservó para sí mismo demasiados espacios que deberían haber ocupado otras primeras figuras-, amén de carencias de esos estrellatos fundamentales.

El protagonista del evento no es su director, sino lo que se ofrece al público. Respeto las razones estrictamente personales aducidas por Heras-Casado para su renuncia, pero hubiese sido más elegante explicarle a sus paisanos su repentino adiós, en vez de limitarse a un frío comunicado. En cuanto a su sucesor, lo primero que debe tener en cuenta es que la mediocridad no cabe en el Festival, como tantas veces he recordado, y además tener un profundo conocimiento de su historia, de las figuras y conjuntos del máximo prestigio presentes en sus sesiones. Y, sobre todo, dejar en el trastero trasnochados divismos y copiar esfuerzos, imaginación e inquietudes que muchos han puesto, no en aras de su protagonismo, sino del único protagonismo importante: la trascendencia del propio Festival y de Granada.

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