Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Fiat, Renault y 'Mare Nostrum'

En el Mediterráneo, los resultados antieuropeos y la fusión en la industria del automóvil tientan a elucubrar

Anteanoche supimos que el antieuropeísmo ha ganado las elecciones europeas en los dos países comunitarios que, junto a Alemania, nos rozan más: Salvini venció en Italia, Le Pen hizo lo propio en Francia. Ya ayer, se anunció la fusión entre dos de los tres grandes fabricantes de automóviles mediterráneos -si gustan más, latinos-, Fiat y Renault, aunque la tercera, Seat, es una delegación de la Volkswagen alemana (una monumental delegación, por empleo y exportaciones, que junto a los otros 9 fabricantes y sus 17 fábricas es el primer sector exportador español). Si ambas casas siguieran fabricando como hasta ahora, superarían al "coche del pueblo" (que eso significa VW), pero las fusiones implican cirugía, y aunque la Bolsa ha disparado las acciones de ambas compañías, los miles de empleados de sus centros de trabajo van a empezar a dormir mal. O a ratos bien y a ratos mal. Como sucede en cualquier sueño.

El sueño de la Europa mediterránea unida y no dependiente de Alemania y menos de la Comisión y el BCE -ojalá Alemania fuera mediterránea, aunque sea mucho imaginar- produce también monstruos, como el de la razón que rezaba en un grabado de los Caprichos de Goya. O amenaza de monstruos, porque considerar fascista y ultra a todo aquel partido que teme por las oleadas migratorias y utiliza un lenguaje epidérmico y alarmista va teniendo poco recorrido: ganan elecciones. Es esta una Europa marcada por los abusivos y ombliguistas procesos del Brexit y de una Cataluña que hace de avanzadilla de los nuevos 75 estados del tipo meu país és tan petit que cantaba el tristón de Lluís Llach, o sea, paraísos fiscales bien alimentados antes en los grandes estados nacionales y su redistribución fiscal. Uno -en un sueño que es pesadilla, con osos de eslavos de ojos azules acechando- huele la decadencia fatal, el riesgo de ruptura comunitaria por bloques de consecuencias impredecibles (y ninguna buena a corto plazo). También uno, en un sueño sin sufrimiento ni temor, ve una Europa Mediterránea liderada por, en este orden, Francia, Italia y España, y acompañada por la virtuosa y sencilla Portugal, más Grecia y Chipre (sin arriesgarse a un Maltexit). Un sueño de olivos, buen vino y pino carrasco. Con alguna mosca zumbando, y el ruido de los nuevos motores Fiatault o Refiat. Entre la pesadilla de una nueva batalla de Adrianópolis y una arcadia feliz alrededor de un mar nuestro, prefiero soñar lo segundo. (Desperté, ¿quién enturbia ya mi sueño? Oh, es Cataluña, con su unidad de destino en lo universal y en contra del terruño adjunto.)

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