Una semana después de las elecciones catalanas se han instalado cinco ficciones. La primera es la "rotunda victoria del independentismo". Un 27% del censo ha votado a partidarios de la independencia. Muy poco. En 1980 a Andalucía, para pasar del artículo 143 de la Constitución al 151 y aumentar su autogobierno, se le exigió más de un 50% del censo en todas y cada una de las provincias. La mayoría soberanista en el Parlament está a la mitad del baremo del referéndum del 28 de febrero.

La segunda ficción es la investidura de Salvador Illa. El socialista adopta la posición contraria a Inés Arrimadas en 2017. Ella dio la impresión de desentenderse y él no para de repetir que se presentará, aunque sepa que es altamente improbable que lo consiga. Amirradas entonces, como Susana Díaz en Andalucía en 2018, tenían una mayoría en contra y no hubo caso. La insistencia de Illa es un farol, una maniobra postelectoral que difícilmente evitará la investidura de Aragonés.

La debacle de Ciudadanos es enorme. Arrimadas, arrolladora tres años antes, queda amortizada y su partido en trance de desaparición. Su contribución a la ficción es potente: "estoy más fuerte que nunca". Este partido de aluvión cuando entró en el gobierno andaluz nombró a cuatro independientes entre sus cinco consejeros. Puede desaparecer con la misma rapidez con la que llegó y el principal beneficiario podría ser Vox.

La cuarta ficción es la causa del desastre popular. Según la versión de Pablo Casado la culpa fue del chachachá: Bárcenas, fiscalía, abstención, y un pasado corrupto que no le concierne, pero decide arrestar al edificio de Génova 13 por ser el lugar del crimen. Víctima de la ausencia de doctrina, el de Casado es un PP desnortado. Un ejemplo es la Junta de Andalucía, donde gobiernan los moderados. Bendodo acusa a "los comunistas" de la aplicación de un etiquetado europeo sobre calidad alimentaria que hay que perfeccionar; perjudica a productos tan sanos como el jamón ibérico o el aceite de oliva.

El algoritmo del Nutri-Score lo desarrolló la Universidad de Oxford y se ha implantado en Reino Unido, Francia y Alemania, con gobiernos conservador, liberal o democristiano. Pero si se usa en España el populismo desnortado copia a la extrema derecha y lo califica de comunista. Ojo, la gente prefiere el original a la copia: en noviembre de 2019 Vox (con 12 diputados) casi empató en votos al PP (15) en Andalucía y lo superó en cuatro provincias: Sevilla, Cádiz, Huelva y Almería.

La otra ficción es la inexistente representación en el nuevo Parlament de la derecha catalanista. Tras los fracasos de Unió y PDeCat sólo queda Junts, movimiento bajo la potestad de Puigdemont con bandera de ultranacionalismo mágico y Jordi Sànchez, un activista de izquierdas, de secretario general. ¿Quién representa a la alta burguesía capitalista catalana? Es una de las cinco entelequias de los comicios del domingo.

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