EL presidente del Gobierno, los altos cargos del PSOE, el comisario Almunia y hasta Felipe González, se han pronunciado rotundamente en contra del rumoreado adelanto de elecciones generales. Apuestan por agotar la legislatura, con el argumento, entre otros, de la estabilidad que España necesita y de que es necesario que este Gobierno culmine las reformas emprendidas. Es decir, que han dejado claro lo de llegar hasta el final. Pero, a pesar de tan rotundas afirmaciones, no está uno muy seguro de que realmente sea eso lo que vaya a ocurrir. Y no es por poner en duda la sinceridad de tales manifestaciones, lo que pasa es que, tal como está el tema político, social y económico, a lo mejor, en un momento dado, las circunstancias aconsejan lo contrario y, donde dije marzo digo noviembre, por ejemplo.

Porque, vamos a ver, hablar de estabilidad en los próximos ocho meses es aventurarse demasiado. La presión de los mercados internacionales no se suaviza, el paro, salvo la bajada estacional que podría producirse en verano, no va a tener mejoras significativas y el clima político se va a endurecer. Por otra parte, la obligada negociación de los presupuestos para el próximo año con PNV y CiU no parece muy fácil que tenga éxito sin generosas concesiones a los nacionalistas vascos y catalanes. En cuanto al interés del partido, Rubalcaba es un candidato que no necesita campaña de proyección, ni más tiempo para crearse una imagen, con la que tiene le sobra o le falta, pero en caso de llegar hasta marzo, tendría que aguantar durante esos meses una incómoda situación de bicefalia, que le podría acarrear más perjuicios que beneficios.

En Andalucía, en caso de que se produjese ese adelanto, parece que Griñán tiene decidido el agotar la legislatura, a pesar de las crisis internas que van surgiendo, como las flores en primavera, en las organizaciones provinciales del PSOE. Tiene el respaldo de la mayoría absoluta parlamentaria y sabe, además, que la coincidencia con las generales no le conviene a sus expectativas electorales. Por cierto que si las autonómicas no coincidiesen con las nacionales, debería recibir, en buena lógica, la felicitación del líder del PP, Javier Arenas que, desde hace mucho tiempo, viene reclamando elecciones separadas. Bien es verdad que, tal vez, en esta ocasión, desde el punto de vista táctico, le interesase más que fuesen conjuntas, porque el tirón de las generales podría ayudarle a conseguir la mayoría absoluta que, salvo que la pelea entre PSOE e IU siga creciendo, le haría falta para poder gobernar. Claro está que podría ocurrir todo lo contrario porque, tal como está el panorama, todo puede ser.

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