Gafas de cerca

josé Ignacio / rufino /

Finiquitos celestiales

CUANDO caímos en la cuenta, allá por 2009, de que la praxis del capitalismo ultrafinanciero nos arrastraba a una nueva era de empobrecimiento, los grandes hombres de la Tierra se reunían en los G-20 periódicamente con la intención de refundar el sistema. Los paraísos fiscales y la limitación de la retribución variable de los altos ejecutivos eran dos objetivos prioritarios de tal refundación... tan fallida. El variable o bonus de los directivos de champions league, en concreto, se había convertido en una perversa forma de enriquecimiento a costa de las empresas. Sigue siendo así. Llegar a la cúspide organizativa supone demasiadas veces empezar a confundir los intereses particulares con los societarios. Uno se monta un tiempo en la bicicleta y acaba por pensar que la bicicleta es suya. El problema es que los salarios de presidentes, vicepresidentes, consejeros delegados, simples consejeros comprometen mucho a la empresa que los paga, particularmente cuando la empresa es grande, sistémica: entonces, el riesgo es de todos. Esos salarios descomunales son también una potencial arma de destrucción masiva de empleos y economía: lo privado es público a la postre; los estados pagan el pato.

La obsesión por el plan de negocio y los objetivos a los que estaba asociada la retribución variable ejecutiva generaron letales monstruos para la sociedad, y grandes fortunas particulares. Los atajos en el cálculo del variable, el falseamiento de las cifras, la concesión de créditos incobrables y las irracionales condiciones de salario y despido fueron habituales. Y por eso, entre otras cosas, estamos pegados contra la pared con los pantalones bajados. Ahora, en Estados Unidos y también en la Unión Europea se quiere limitar la retribución variable de alto riesgo social. Veremos cómo se le pone el cascabel a este gato maleado. De momento, el jueves el Parlamento europeo acordó fijar un tope a los bonus de los directivos de los bancos, que en ningún caso podrán superar al salario fijo. Es de sentido común limitar la voracidad y la codicia de unos incentivos obscenamente tentadores. Demos por seguro el incremento del fijo de los reyes de las finanzas europeas.

El viernes supimos que un ex consejero delegado de Telefónica ha percibido casi 25 millones de euros -calcule, calcule- como indemnización por despido. ¿Cabe mayor desmesura, en una empresa señera como la gran multinacional española? ¿Puede algún trabajo, por excelso que éste sea, justificar tal cantidad? ¿Cabe alguna duda de que quien establece tales finiquitos espera percibir algo parecido un día? Si además recordamos que la telefonía móvil española es de las más caras de Europa, la perplejidad te pone negro. Mientras usted se envenena, el que puede -en que esto sea posible está el vicio- se embolsa finiquitos estratosféricos, galácticos, muy divinos. Asombroso.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios