Desde los tiempos que la barca era manejada por Paul Gascoigne, Inglaterra no disfrutaba de una semifinal mundialista. Han pasado veintiocho años de aquel Italia 90, demasiado tiempo de ayuno y abstinencia para los inventores de este apasionante juego llamado fútbol. Ayer fueron netamente superiores a esa Suecia de patada a seguir y, para más inri, ganó la partida gracias a la batalla aérea, esa faceta que tan bien dominan los suecos.

De todos los favoritos, únicamente Francia ha llegado a semifinales. Fueron cayendo Alemania, Argentina, España y Brasil, que estaban en todas las apuestas para cantar bingo el domingo que viene en Moscú y sólo Francia sobrevive. Inglaterra y Bélgica sólo rozaban la calificación de tapados, pero a estas alturas de Mundial absolutamente nadie descarta a ninguna de las dos para el triunfo. Claro que, por lo visto, Bélgica está un peldaño por encima de los ingleses.

Y siguiendo con los ingleses hay que hacer una mención especialísima de su portero. Desde Gordon Banks a la presente, los guardametas ingleses estaban bajo sospecha y ni siquiera Peter Shilton se libraba. Con Jordan Pickford, Inglaterra no sólo duerme tranquila sino que está donde está porque salvó los muebles ante Colombia para hacer lo propio ayer. Y es que Inglaterra fue mejor que Suecia, pero si no es por el portero del Everton, cualquiera sabe qué habría ocurrido.

El Francia-Bélgica, con el plus de rivalidad vecinal añadido, se presume de órdago a la grande. Va a ser un duelo entre dos bloques muy compactos plagados de grandes individualidades. Como se preveía, la semifinal estrella será la que llega desde el cuadro de la muerte, ese cuadro que España eludió para caerse después en lo más llano. Es una especie de final anticipada tras ver cómo se desempeña en la cancha el equipo que mandó a casa llorando nada menos que a Brasil.