Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Franco y Torra, en nuestro Halloween

Es lamentable que una momia y un fanático ocupen la actualidad política española

Cuando enterraron al dictador Franco, hace 44 años, en su tumba faraónica del Valle de los Caídos, creímos que los españoles habíamos puesto punto final a una de las etapas más trágicas de nuestra historia. Los que escribimos sobre aquellos 40 años de opresión, exilios, crímenes, represalias, fusilamientos indiscriminados y miles de víctimas que permanecen olvidadas en cunetas a lo largo y ancho del país, sin olvidar también las barbaridades cometidas en la otra España, recibimos entonces amenazas de muerte, cartas y llamadas exaltadas de lectores. Hoy, nos causa cierto estupor que los que ni lucharon ni vivieron los momentos difíciles y esperanzadores de una modélica transición, con el ideal de restaurar una democracia usurpada, se apropien del exclusivo sello de demócratas porque han conseguido que la momia haya vuelto a ocupar un lugar destacado en la actualidad política española, cuando el triunfo de la democracia se produjo hace cuatro décadas votando masivamente una Constitución que garantizaba las libertades, los derechos y deberes de los ciudadanos. Esperamos que, al fin, Franco deje de ser un espantajo histórico y quede enterrado definitivamente, como lo está un periodo dramático de nuestra historia que, por supuesto, no debemos olvidar para no repetir, honrando la memoria de las víctimas.

En el Halloween español de estos días no está sólo la momia del dictador, sino otro fantasma sacado de la vieja carpeta nacional: el presidente de la Generalitat Quim Torra que, con una pandilla de fanáticos como él, -dirigidos desde Waterloo, donde está otra caricatura, la de Puigdemont-, ha logrado incendiar Cataluña, por una tibia sentencia contra sediciosos, estimulando a las huestes envenenadas a fuerza de mentiras y engaños para dividir aún más a la hermosa y próspera región catalana y conducirla, por los caminos del odio, al caos que es lo contrario de la 'libertad' prometida para 'su' pueblo. Así, pues, es fácil comprender el no perseguir a los violentos -estimulados, cuando no dirigidos, por él mismo-, pero sí a sus funcionarios -los Mossos- que hicieron frente al vandalismo y la violencia extrema padecida por los catalanes y vista por todos. El fanático y sus socios afirman que repetirán sus locuras independentistas, porque, al fin y al cabo, son su razón de ser. Por eso Torra es otro de los personajes de nuestro Halloween que pueden causar terror a primera vista o tomarlos a broma, como hacen los chiquillos en estos próximos días en que celebramos una fiesta importada.

De todas formas, ni una momia ni un fanático pueden ocupar la actualidad política española, donde hay tantos asuntos pendientes de resolver, entre ellos unas elecciones generales, donde ambos pueden servir de armas electorales.

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