Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Franco

NO es comprensible que una moción para retirar la medalla de oro de la provincia que la Diputación concedió en 1956 al dictador y a la guarnición militar que se levantó contra el régimen legítimo de la República acabe en bronca. No lo es por múltiples razones: porque quienes debaten pertenecen a partido democráticos y están limpios de cualquier resabio absolutista; porque la historia común, representada en la Constitución, ha condenado sin paliativos el franquismo; porque es una indecencia moral para los demócratas mantener en el libro de honor a los responsables de tantas iniquidades, y porque existe una ley, la de la Memoria Histórica, que establece la retirada de las condecoraciones concedidas a los sublevados. Pero hay situaciones que, aunque son incomprensibles, son predecibles. La bronca acontecida ayer en Diputación a cuenta de la retirada de la medalla reunía ambas características: incongruente pero probable.

El PP se resiste en todos los foros a repudiar el franquismo. Se abstiene. Los principales argumentos que suele emplear son dos: es malo remover el pasado y quienes lo remueven están alterando el orden de "prioridades". Ambos argumentos son cuestionables. Remover el pasado es lo único interesante que podemos hacer con nuestra historia; removerla, analizarla, estudiarla, acomodar sus lecciones al presente. Es más, cada vez que nos retrotraemos al ayer lo estamos removiéndo. Eso sí, hay fragmentos del pasado que requieren movimientos suaves y otros enérgicos. Como sabe cualquier aficionado a la cocina no se tunde igual la masa de pan que la de hojaldre.

Segundo, el tópico de acusar a quienes proponen limpiar el presente de las manchas de la dictadura de "cambiar las prioridades" no es creíble. Si la Diputación, por ejemplo, hubiera dedicado su primer pleno democrático en 1978 a depurar exhaustivamente la institución de efluvios franquistas en detrimento de otras necesidades el reproche sería válido, pero la ley de Memoria Histórica se ha aprobado después de 30 años de ejercicio democrático, después de 30 años de plenos y mociones en los que nadie ha cuestionado la vigencia de los honores del franquismo, lo que no deja de ser una grave omisión. ¿Prioridad? Yo creo que paciencia y tolerancia. Una cosa es la prioridad y otra la prescripción higiénica. ¿Por qué esa resistencia del PP a remover (ahora sí) la dictadura?

El pragmatismo económico que predica el PP y con el que pretende atraer el voto incluso de la izquierda carece de respaldo moral con tal ambigüedad. Con esa indeterminación el camino hacia el centro puede durar siglos.

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