La tribuna

Manuel Lozano Leyva

Garoña, sí; Garoña, no

EN todo el mundo se ha abierto el debate sobre lo que se llama ya el inevitable renacimiento nuclear, porque no se entrevé otra alternativa a medio y largo plazo para sustituir el carbón, el gas y el petróleo, que son los que provocan cambio climático y pérdida de independencia y soberanía. En España, el debate lo ha agudizado la necesidad de renovar el permiso a la central nuclear de Santa María de Garoña.

Un protagonista forzado del asunto es el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), organismo que depende del Parlamento y cuyo presupuesto, generoso, no viene del Estado, sino de los servicios que presta en cuanto a otorgar licencias que van desde la instalación de rayos X de una consulta médica hasta el control de la más potente central nuclear. Tras varios años de estudio de unos doscientos cincuenta ingenieros, físicos y técnicos de toda laya, concluyen que la central puede continuar generando electricidad barata, estable y de manera segura durante diez años más. Es un dictamen lógico a la vista de que entre veinte y treinta centrales gemelas de Estados Unidos y otros países han recibido licencia no para diez, sino para veinte años más.

Los otros protagonistas, éstos animosamente voluntarios, son cuatro señores, no más, sin ninguna cualificación técnica, que vociferan que el reactor tiene grietas de varios centímetros y que hay miembros del CSN que están vendidos a la industria nuclear. Nadie les advierte de que si tienen pruebas de eso y no las muestran están cometiendo delito de encubrimiento; si no las tienen, pero sus sospechas son fundadas, en lugar de acudir a los medios de comunicación que complacientemente les prestan cámaras y micrófonos como supuesta parte alícuota al CSN, deberían ir a un juez. Como no lo hacen, es obvio que están desempeñando el mismo papel que todos los que disfrutan (o viven de ello) propagando el miedo como se hizo en su momento con todas las innovaciones técnicas, desde la aeronáutica hasta las células madre, pasando por la vacunación. Nada nuevo.

Los grandes partidos políticos se muestran desconcertados, en particular el PSOE por tener en este momento la responsabilidad de gobierno. No soy de los que critican esta división de opiniones porque es del todo lógica, máxime cuando la energía nuclear ha estado sometida a intensa propaganda en contra durante veinticinco años sin que nadie competente haya salido al paso de los disparates y falsedades que se han dicho. Los residuos radiactivos son una hipoteca para el futuro (mayor hipoteca es un cambio climático, aparte de que los nucleares son los únicos residuos industriales que permanecen localizados, controlados y no esparcidos a la biosfera); las centrales nucleares son muy caras (pero son las que producen energía más barata durante más años); no son seguras (en España jamás ha habido ningún afectado, en Europa tampoco y en Japón y Estados Unidos lo mismo; lo de Chernóbil habría que ver si fue problema de la energía nuclear o de la descomposición de la Unión Soviética), si explotan nos vamos al garete (es tan imposible que exploten como que un avión de Iberia llegue a la Luna), y así todo.

El falso dilema es contraponer las nucleares a las llamadas alternativas, cuando el dilema de verdad es que renunciar a las nucleares implica, sin ambigüedad ni ambages, utilizar masivamente carbón, gas y petróleo. La energía hidráulica, la eólica y la solar, tienen un problema técnico esencial: son poco gestionables. La hidráulica depende de la pluviosidad del año, la solar de las noches de cada día y la eólica de la aleatoriedad del viento. Las soluciones previstas a esta variabilidad aún no son viables y algunas de las esgrimidas son, simplemente, ciencia ficción.

Tratar de convertir esta ficción en realidad puede ser la solución que apuntamos aquí del problema serio que tiene el Gobierno. Puesto que arguye que las ganancias de Santa María de Garoña son enormes y desproporcionadas, permítasele funcionar como aconseja el CSN y exíjasele una inversión fuerte en investigación sobre la energía solar, la única que permite desarrollos tecnológicos profundos. No se destinen esos fondos a más de lo mismo, o sea, a subvencionar la inundación de campos de paneles como los actuales, con toda su picaresca alrededor para producir una cantidad simbólica de electricidad, sino a proyectos de investigación, incluso a centros de estudio y laboratorios gestionados por las autoridades científico-técnicas. Eso es seriedad, y si en el futuro, tras debates reales entre personas informadas y competentes, se decidiera abandonar la energía nuclear, algo habremos adelantado. Lo demás será quedarnos al margen de la historia y cerrar Santa María de Garoña en estos momentos lo tildarán las generaciones futuras de cesión a un chantaje pueril.

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