Otro Gobierno de progreso

Como don Pedro nos llame de nuevo a urnas, el próximo presidente del gobierno será don Santiago Abascal Conde

Después de los resultados del domingo, don Pedro Sánchez, presidente en funciones, prometió otro Gobierno de progreso cuya composición, al momento de escribir estas líneas, ya se columbra. ¿En quién se apoyará don Pedro Sánchez para acompañar a su antaño despreciada juventud podemita? ¿Acudirá a la usura acuciosa y lábil del PNV, que se le ofrece gentilmente; acaso a los alegres muchachos de ERC, cuya lealtad a España, cuyo ardor democrático conocemos desde octubre del 34? Reconozcamos que el concepto de progreso es muy lato. Y si arranca con los científicos del XVII, cuando exhibe sus primeras plumas, también llega al darwinismo social del siglo XIX, donde adquiere un matiz inhóspito que hoy olvidamos. Sin entrar en mayores abundamientos, el caso es que el Gobierno progresista de don Pedro Sánchez no acaba de verse del todo claro. Sí parece haberse clarificado otra cuestión: como don Pedro nos llame de nuevo a urnas, el próximo presidente del Gobierno será don Santiago Abascal Conde.

Había varias opciones, sin salirse del estrecho ámbito PSOE, PP, Cs, que hubieran facultado a don Pedro para formar un Gobierno que atendiese a las necesidades y los miedos de una mayoría de españoles. En alguna de esas opciones, el señor Sánchez era la moneda de cambio, la cabeza del Bautista sobre el regazo trémulo de Salomé; en otras, eran PP y Cs quienes debían embaularse sus cautelas, para que el señor Sánchez arbitrara unos presupuestos que alejaran la crisis y restaurasen el imperio de la ley en Cataluña; esto es, para que se nos devolviera a una salubre y anodina normalidad democrática.

Todo eso es hoy es sombra y cenizas. Pero si el señor Sánchez no alcanza a comprender el éxito del señor Abascal; si continúa llamando ultraderecha, sin más, a los millones de españoles que vieron en Vox una salida a la involución separatista, es que el señor Sánchez ha visto poco o no ha querido ver, lo cual sería muchísimo más grave.

Dentro de las opciones con que se fantaseó el lunes, se hallaba la "solución Borrell", que consistía en recabar el apoyo del PP para un Gobierno presidido por el ministro de Exteriores. Pero esta solución no contaba con un factor determinante en los últimos meses: la vanidad rocosa, inalterable, de don Pedro Sánchez. He ahí la escollera más alta, el eje impar, la inesperada tumescencia, sobre la que hoy gira el destino de casi cincuenta millones de personas.

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