Palabra en el tiempo

Alejandro V. García

Golpes

EL problema de los trabajadores es que no sabemos por dónde nos llegan los golpes ni quiénes son los responsables últimos de los trompazos de la crisis. El capitalista ya no es el tipo displicentes que fumaba puros en los chistes de mi amigo Martinmorales; ni los gobernantes son los cómplices de los capitalistas sebosos de las caricaturas de la República de Weimar. En estas circunstancias salir en manifestación el Primero de Mayo es harto complicado, salvo que se elija un lema declarativo, sin sujeto. La lectura rectilínea que hace la derecha de la crisis en España señala a Zapatero. Alguna razón tiene, por supuesto. Un presidente del Gobierno con cuatro millones de parados a su espalda no puede alardear de buena gestión ni de haber defendido con eficacia los derechos de los trabajadores. Máxime cuando ha tratado de camuflar mediante burdas estratagemas verbales lo que se nos venía encima. No hay crisis ni habrá cuatro millones de desempleados, dijeron. Una estúpida cadena de mentiras con el propósito ¿de qué? ¿De mantener el poder? ¿De amortiguar la evidencia? ¡Qué ingenuidad!

El análisis lineal de la derecha señala a Zapatero pero no es un análisis nada franco. Los sindicatos lo han entendido. Los reproches del PP contra el Gobierno no tienen como fin inmediato la normalización de la situación económica ni el incremento del empleo. No es verdad. El fin inmediato y primordial es la consecución del poder y a partir de ahí reordenar la política económica no se sabe muy bien con qué medidas, aunque es fácil suponerlas. Basta echar un ojo (o un oído) a los debates económicos de ciertas radios y televisiones para tomar conciencia de que los cuatro millones de parados es sólo un argumento teórico (el principal) para atemorizar a los votantes, captar su voluntad y ganar las elecciones.

No es fácil ser trabajador en estas borrosas circunstancias, qué va. Por un lado, un Gobierno que no sabe con qué timón gobernar la marejada y que se limita a recetar unos cuantos paliativos y a contabilizar cada mes la bolsa de parados con un rictus de impotencia. Eso sí, mantiene el tipo y se niega a abaratar el despido, reducir las prestaciones de desempleo y el resto de las conquistas sociales en peligro. Y de otro, una derecha que empuja como un toro y que, a la vez que promete receta infalibles contra el paro, baraja en silencio importantes recortes de derechos. ¿De quién hay que defenderse? ¿Del paro que arrastra Zapatero o de las sordas amenazas de Rajoy? ¿Contra quién enarbolar la pancarta y las banderas rojas? Y si las movemos contra ambos ¿quién nos salva?

La tercera vía, la de la rabia, aún no se ha inventado, pero por ella navega la esperanza de millones de personas golpeadas por el puño del desempleo.

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