Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

Gracias

La terraza del bar Manolo, en plaza de Gracia, es un lugar perfecto para sentarse, tomar algo y contemplar el barrio

Convertida en todo un clásico del terraceo vespertino de la ciudad, la terraza del bar Manolo de la plaza de Gracia es un perfecto lugar para sentarse, tomar algo y contemplar sin urgencias todo ese retrato en vivo del barrio al que da nombre, el barrio de Gracia, que tiene uno la suerte de habitar. Nada como disfrutar de ese ritual con amigos del quedar, sentarse en una de las mesas conforme cae la noche y pedirse allí una media de croquetas o setas o lo que sea con bebida y tapa de patata asada y así, entre charlas y reencuentros tras el largo estío con los más fieles de los amigos, reconciliarse con la vida que bulle a tu alrededor y te devuelve a aquella vida que había de barrio que recuerdas ya lejana y que aún palpita en algunos rincones del Centro. Ese espacio sobre todo humano que no dejaremos nunca que se convierta en reliquia para salir en las fotos de los que nos visitan.

Para catar lo mejor de tan señera plaza y las viandas nada mejor que un domingo de tarde cuando salen los fieles de la misa dominical de la cercana iglesia homónima y que nombra la zona. Ves así a las señoras bien de esta zona de toda la vida salir reconfortadas de espíritu y también a la pujante muchachada bien haciendo corrillos, mientras en el parque de juegos disfrutan aún los niños, todo rodeado de bares, los más con terraza y público más o menos del estilo del que frecuenta el tan distinguido Las Tinajas. La vida que fluye y te asomas con gusto desde tu mesa junto a la fuente misma que centra este escenario tan propio.

El bar Manolo parece presidir semejante orquesta de sonidos, conversaciones y llamadas al camarero, mientras ves la gente saludarse a la hora en punto en su cita en el kiosko o en la esquina del 'multicines', memoria cinéfila ya de todos los que ahí soñamos en cómoda butaca ser otro.

Manolo dio nombre y la vida misma por ese bar que hoy regenta su familia. Porque se nos fue Manolo a todo el barrio hace unos años pero nos quedó la alegría de su esposa y sus cinco hijas a las que dar las gracias por tantas horas y tantos años allí discurridos con esos buenos amigos que siempre vuelven a citarte en la plaza de Gracia, ese microcosmos donde la ciudad se palpa en lo que de viva tiene y de entrañable, cercana y doméstica que allí, sin hacer nada más que estar y ser, se respira.

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