Los nuevos tiempos

César De Requesens

crequesens@gmail.com

La Gran Vía de Carmena

Como buena izquierdista, pero sabia, Carmena hace y después pregunta. Convence incluso a los señores del 'ABC'

Fui a Fitur por fin después de una década de perezosa cautela. Mucho ruido, masas, demasiados focos y poco de lo singular y original que me gusta. Pero, bueno, hay que estar en los sitios.

Eso sí, me encontré por ejemplo joyitas como la presentación del Festival Sulayr de Pampaneira, un trocito de alma alpujarreña con música étnica que promueve con entusiasmo y gran empeño, entre otros, Nelia Reyes, gran profesional donde las haya con sensibilidad y sentido común en todo lo que hace.

Aparte de eso, muchos folletos y hasta jamón de regalo. No dejé de darme el garbeo ritual de todo buen provinciano que se precie por la capital del reino, allí donde fluye el mundo mundial del que por aquí sólo pasan lo que los turistas se cuentan de tapeo. Viajes a la antigua, enlatado en el bus y con obligación de traerse violetitas de caramelo, de esas que me daban a probar mis abuelos.

Llegué a la Gran Vía, famosa por Carmena, y me dio la envidia sana de cualquier urbanita cuando ve que hay alcaldía con fuerza, poco victimismo y capacidad ejecutiva. También me pasan estas cosas en Málaga o en París, no en Barcelona por ejemplo. Gusta ver cómo los que detentan el mando saben cuál es el norte, como esa Gran Vía -calle ingrata de ruidos y polución, con putas al acecho en cada esquina- en un boulevard rescatado para el paseo, con carriles bici y los edificios de nuevo brillando al sol invernal del ocaso madrileño. Un placer, ya digo. Ver a Madrid volviendo a ser una gran ciudad de provincias cosmopolita.

Carmena, como buena izquierdista, pero sabia, hace y después pregunta. En las izquierdas todo se va en asambleas preparatorias y cainitas para preparar simposium de debate de los borradores de anteproyectos mientras todos cobran.

Carmena convence incluso a los señores del ABC en los cafés castizos del centro. La gobernanza local crea adeptos de a pie, sin ideologías, siempre que les pongas árboles y no les mates el comercio de cercanía y crees comunidad, sean aristócratas o podemitas. Si las parejas se besan tranquilas por las calles y hay menos vicio, los vecinos ganan y hasta te votan.

Regresas a la adormilada Granada y vuelves a la molicie y echas de menos a esos alcaldes de antaño con mandato de autor y sello para la historia ciudadana que Granada tanto necesita.

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