¿Granada la Bella?

En esta ciudad estamos acostumbrados que todo lo eventual se convierta en perenne

Ya no veo por la ciudad a jubilados a pie de obra y mirando a los albañiles trabajar acodados en la valla. Les decían los 'miraobras' y, como digo, han desaparecido del mapa. Ahora los jubilados se entretienen con el guasap y mirando su cuenta de feisbuq. Yo prefiero ser paseante, que no es que sea mejor o peor, pero sí otra cosa. Mientras a mi edad la respeten los achaques, me encanta hacer de fláneur, ese espectador urbano o investigador de la ciudad, según modelo literario que puso en boga Baudelaire en la Francia del siglo XIX. Y siempre que hago de fláneur por la ciudad de Granada, encuentro paisajes urbanos que de pura chapuza me rasgan el alma: obras eternizadas, zanjas perennes, parches urbanísticos o trampantojos feos, muy feos. Si Ganivet tuviera que escribir otro libro no escribiría Granada la bella, sería Granada la no tan bella¿Es que no existe una comisión de estética y desbarajustes ambientales varios en el Ayuntamiento con el fin de no herir la sensibilidad de los fláneurs granadinos? ¿Han visto ustedes los semáforos -me imagino que eventuales- que han puesto en la Cuesta el Chapiz y que parecen obra de Pepe Gotera y Otilio? ¿Y ese intento de tienda del Granada CF que han montado en Puerta Real con un color rojo tan chillón que duele la vista y que no pega en absoluto en un edificio con empaque de hace cien años? En esta ciudad estamos acostumbrados que todo lo eventual se convierta en perenne, que todo lo que es para un mes sea para un año. Casi todos los días paso andando por la plaza que le han dedicado al poeta Rafael Guillén. Ya son varios los años que las obras están paralizadas por culpa de unos yacimientos arqueológicos cuyos trabajos de investigación tampoco avanzan. Mientras tanto el solar acumula suciedad y yerbajos y lo que podría ser una hermosa plaza es un cagadero de mascotas. En febrero empezaron a desmontar el lavadero de la Puerta del Sol, que es del siglo XVI, con la intención de montarlo en cinco meses. Han pasado ya diez y parece que aquella obra también se ha estancado. En fin, hay cientos de ejemplos que desembocan casi siempre en la desidia de los gobernantes y en la incompetencia de los administradores de nuestro dinero. Una ciudad no es aquella que se ve, también la que se sueña.

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