El Granada CF, ese huevo kínder

De un tiempo a esta parte, los aficionados entramos al estadio con el sentimiento de que vamos a una lotería

Como el oráculo de Delfos anunciaba a los griegos alguna futura catástrofe, la hinchada del Granada CF silba en el estadio cuando se oye por megafonía el nombre de Robert Moreno. No les gusta a los aficionados el entrenador que tiene su equipo, sobre todo después de haber sido humillado en la Copa del Rey por un equipo de tan baja categoría que un poco más y son los niños que juegan en mi barrio. Los que tras perder con el Mancha Real auguraban que el catalán no se comería los roscos de Navidad en Granada, han tenido que replegar las ansias de echarlo tras ganar dos partidos seguidos en liga y contemplar desde la grada de lo alto que por el Cholo también pasan los años: ya luce una coronilla pelada del tamaño de una maritoñi. Robert Moreno es el hombre que en menor tiempo ha asimilado la malafollá granaína, aunque no la auténtica, sino la que deriva en la soberbia y la mala educación, esa que proviene de un trauma no digerido, quizás por haber actuado de caganer cuando era chico en un belén viviente. De ahí que después de cada partido se tenga que reprimir para no decir que es un ser superior que ha venido a esta tierra a enseñarle a los catetos lo que es el fútbol. A mí me da pena este hombre, porque las caídas para este tipo de temperamentos son parecidas al calamonazo que se dio Beckham cuando fue a chulearse delante de los chinos y acabó arruinando el traje de Brioni que llevaba puesto. Que ande Moreno atento a los chinos de aquí, que últimamente miran fijos a los marcadores a modo de búhos encandilados por unos faros que se les vienen encima. Y es que, desde un tiempo a esta parte, tenemos los aficionados al entrar al estadio el sentimiento de que vamos a una lotería y que tenemos pocas papeletas para resultar agraciados. Lo del otro día con el Atlético de Madrid, no fue más que ese espejismo en el que los dos goles en la portería de Oblak fueron lo único creíble. Con un Molina veterano que va camino de convertirse en el santo al que hay que sacar para que llueva cuando hay sequía. El caso es que no vemos al Granada como el equipo compacto y serio que teníamos cuando lo de Diego Martínez, sino como a un huevo kínder que después de quitarle el envoltorio y el chocolate está totalmente hueco. Qué pena que perdió mi Atlético, menos mal que fue con mi Granada.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios