Granada ya no viste a la moda juvenil con pantalones de campana y patillas. No es una provincia que se pueda poner los pantalones por debajo del culo como también le gusta a los jóvenes de las últimas décadas ni le sientan ya bien los piercings y tatuajes por mucho que vaya de moderna. A esta Granada lo que le pega es el 'callao' para apoyarse mientras anda, la buena bufanda de vuelta y media y las pellizas para abrigarse del frío demográfico que está pasando. Granada, tanto la provincia como la capital, se están poniendo muy viejitas y las estadísticas son alarmantes y tristes. La desproporción demográfica entre muertes y nacimientos demuestra lo difícil, por no decir imposible, que es tener niños para los jóvenes en muchos casos. En resumidas cuentas, que a Granada se le está poniendo humor de viejo cascarrabias y que mientras ha ido expulsando a sus jóvenes no ha sabido ofrecer un plan económico convincente ni a sus jóvenes ni a sus mayores que penan y seguirán penando por unas pensiones que se merecen. Una pena este invierno que nunca acaba y da paso al Sol.

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