La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Granada en su laberinto

Al menos sobre el papel, de todos los partidos deberíamos esperar que nos 'ilusionen' con un proyecto de ciudad

Lunes a media tarde: Santiago Carbó envía un correo electrónico anunciando que se va. Deja el Consejo Social del Ayuntamiento. Aburrido. Harto. Impotente por la espiral de crispación y asfixia en que deambulan los grupos municipales. Cansado de lidiar -sin recursos, sin consenso y sin hoja de ruta- por una ciudad incapaz de encontrar un horizonte; de acordar un rumbo. Granada se cobra una víctima más.

El economista es comedido en las palabras -evidentemente no se expresa en estos términos- pero llega a tildar de "periplo" su paso por la Plaza del Carmen y sitúa tres escenarios claros de bloqueo: las "disputas partidistas", la "falta de recursos" y la creciente presión del contexto preelectoral. Sólo unas horas más tarde, tanto el equipo de gobierno como los grupos de la oposición se lamen las heridas y se lanzan las culpas. Una oportunidad perdida más.

Sinceramente, lo único extraño de la marcha de Carbó es que se haya producido casi dos años después. No sé qué le contaron cuando lo nombraron pero llegó a decir que era un puesto "muy ilusionante". ¿El Consejo Social? Insistamos en la sinceridad: este sobrevalorado foro de diálogo -este organismo "vital" para la ciudad- sólo es noticia cuando alguien llega y cuando se va. Por el morbo del fichaje o por la desvergüenza del colocado. Desde los tiempos de Díaz Berbel sigue siendo un misterio qué hacen, qué dictaminan y, sobre todo, qué recorrido consiguen con sus recomendaciones, informes -¿los hay?- o directrices.

Tanto como el Consejo Audiovisual -que no tiene ni capacidad sancionadora- y el Consejo Consultivo -ese confortable retiro socialista que ni siquiera ha sido capaz de incorporar a los nuevos partidos- que en la campaña de las autonómicas del 2-D íbamos a eliminar, luego a "redimensionar" y ahora, vista la complejidad de la hazaña, ya se sitúan en la escala de lo futurible (pero poco viable) para el nuevo Ejecutivo andaluz.

Tanto como los planes estratégicos que se acumulan con olor a naftalina en el cajón. Curiosamente, es otro de los lugares de encuentro de los partidos: todos se hacen la foto cuando los presentan pero no recuerdo ni una sola convocatoria para hacer autocrítica. No sólo la lentitud, la burocracia y la ineficacia se presentan como un cáncer de inmovilismo en las instituciones; también la despreocupación por evaluar lo hecho supone un lastre para la Administración pública.

Si los trabajadores sufrimos el síndrome de la titulitis, los políticos no se escapan de este mal en forma de planes, estudios e informes. Mucho papel pero a saber para qué. En el momento del ejercicio del poder y más aún cuando se trata de prometer.

El PP presentó ayer su "Gran Granada" sacando músculo y exhibiendo unidad en torno a Sebastián Pérez como aspirante a la Alcaldía de la capital (otra cuestión es que sea real), los socialistas de Paco Cuenca están convencidos de tener un proyecto social, igualitario y de progreso capaz de hacer despertar esta ciudad, Antonio Cambril ha dado el salto a la política dispuesto a ejercer de Pepito Grillo en tándem con Paco Puentedura desde las siglas de IU-Podemos y, a la espera de conocer las listas completas y las recetas definitivas de los partidos, imaginamos que Ciudadanos y Vox estarán ultimando las perchas de sus propuestas de cambio. Como alternativas al bipartidismo y a la derecha de siempre.

De todos ellos, al menos sobre el papel, deberíamos esperar (ahora sí) que nos ilusionen con un proyecto de ciudad. Más ambicioso que efectista; más realista que tacticista. Sin embargo, con unas generales a final de abril, con apenas un mes de intervalo para las municipales de mayo, casi la única certeza que tenemos en estos momentos sobre la burbuja electoral que se avecina es el anuncio del PP de que va a respetar la Semana Santa y no va a hacer campaña...

Las instituciones ya han puesto el freno y los partidos engrasan la maquinaria para una contienda que será de todo menos local. Para empezar, no es una disputa de partidos, sino de bloques, y sujeta a los vasos comunicantes que significarán Sevilla y Madrid en el día después. Mientras, Granada (y no sólo Granada) en su laberinto.

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