En el sector turístico granadino, las cifras de crecimiento "oficiales" impresionan, superando el 25% en estos últimos años. En el caso de la ciudad, si sumáramos los alquileres vacacionales no reglados podríamos encontrarnos con datos que demostrarían por qué el centro de Granada y sus barrios aledaños se están convirtiendo en un espacio donde el monocultivo del turismo está desplazando otras actividades que dan vida a la ciudad.

Sin embargo, las administraciones granadinas todavía no saben o no contestan, y por lo tanto no tenemos datos fiables del crecimiento de este fenómeno, en especial de las plataformas de Internet como Airbnb. En ciudades similares a Granada como Sevilla o Málaga ya han superado las plazas de los alojamientos reglados. El geógrafo y economista Juan Requejo ha escrito un artículo en la revista de la Fundación Facua, cuya lectura recomiendo a cualquier granadino y granadina con preocupaciones por su ciudad, y en especial a quienes la gestionan; su título es muy sugerente: "Frente a la marabunta".

Entre otras cosas, el texto señala que la marabunta está acabando con la propia ciudad con una capacidad destructiva análoga a la de las hormigas de la película de Byron Haskin, es decir consume lo blando y deja lo duro, que en la ciudad son los edificios y poco más. Y todo ello generando problemas económicos de largo alcance, sobre todo porque genera mucho menos empleo que los alojamientos reglados, y porque la opacidad de los ingresos dificulta el cobro de impuestos, de tal manera que no sólo suben los precios de la vivienda para quienes pretendemos residir en la ciudad, sino que además las arcas públicas no pueden hacer frente a las necesidades que genera esta masificación turística. Apuesto a que saben quiénes vamos a pagar esta falta de ingresos.

Por si fuera poco, una de las principales pegas del supuesto milagro turístico granadino es la precariedad laboral de quienes trabajan en el sector. Las grandes empresas del turismo son reacias a compartir sus incrementos de beneficio con las pequeñas empresas a las que subcontratan, y mucho menos con los trabajadores que sirven en sus instalaciones. La presión a la baja en los sueldos de un sector caracterizado por la temporalidad indica una estrategia equivocada para competir con las plataformas online: bajar el precio en detrimento de la calidad en el servicio. Aunque esto lo dejo para otro artículo, en el sector de la hostelería ocurre algo similar que se sustancia en la competencia por ver quién tiene la tapa más grande… y ya sabemos que estos juegos de adolescentes no son la mejor manera de resolver nuestros problemas.

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