Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Granada: sabia y bella

La ciudad aguanta porque nadie le puede robar el cielo: por la belleza, el conocimiento y el patrimonio artístico

Estaba ayer ejerciendo de granadino indolente, meditando por qué la alta Andalucía ha caído tan bajo, cuando, revisando periódicos atrasados, encontré dos noticias que informan de la fortaleza de la ciudad. La primera afecta a la Universidad. Apena que el faro del conocimiento del sureste español hasta hace 35 años, con facultades de prestigio internacional y receptora de estudiantes de Ceuta, Melilla, Murcia, Ciudad Real, Málaga, Jaén o Almería, hasta que los irresponsables públicos decidieron abrir centros de altos estudios en el último poblacho del territorio, presuma de figurar entre las 300 mejores del mundo. Pero congratula el esfuerzo de los actuales dirigentes de la UGR, del Vicerrectorado de Investigación, por atraer talento foráneo e incrementar la presencia de los investigadores locales en Europa. Iniciativas semejantes contribuyen a mantener la ciudad como una de las sirenas urbanas para los jóvenes punteros del exterior, que, junto con los cuantiosos Erasmus, la recordarán y publicitarán durante el resto de sus vidas como uno de los lugares donde habita la felicidad.

Otra alegría fue saber que el Instituto de Astrofísica ha sido designado centro de excelencia Severo Ochoa, el único de Andalucía. La noticia habla de esa Granada, la abierta, la que no huele a incienso y a cera, la que desmiente el mantra repetido por un grupo de políticos sin más interés que el propio que achacan el atraso de las últimas décadas al carácter pusilánime del ser granadino. Convendría enorgullecerse y prestar más atención mediática a estos héroes desconocidos que son los investigadores locales o adoptivos. Carlos Cano, que la conocía como pocos, lo cantó en la 'Habanera imposible': "Granada vive en sí misma tan prisionera que sólo tiene salida por las estrellas". Pese al maltrato institucional y la cicatería inversora, la ciudad aguanta porque nadie le puede robar el cielo: por la belleza, por el conocimiento, por el patrimonio artístico que le han conferido la geografía y la historia, por el hecho de haber sido durante siglos capital de un reino desaparecido quizá para siempre. La Alhambra, el Albaicín, la Universidad, el Instituto de Astrofísica, el Legado intelectual de Lorca y tantas otras joyas seguirán sosteniendo la nombradía universal y funcionando como imanes para millones de seres inclinados a la contemplación sosegada del saber y de la hermosura. Si hay un turismo controlado por el que merece la pena batallar es por ese. De ahí la absoluta pertinencia de la apuesta municipal por combatir las despedidas de soltero y el escandaloso aluvión de borrachuzos de fin de semana.

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