Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

Granada 3021

¿Museos con carácter propio? El del Casetero, el del Ser Granadino, el del Ferrocarril o el de los Engañabobos

Ael anuncio del establecimiento de una enorme red local de museos para competir por la capitalidad europea de 2031 ha conmocionado Málaga, donde sólo se habla del asunto. Mientras aquí empleamos lustros en reformar el Arqueológico, dejamos caer la industria cultural y veíamos pasar en la nave del olvido el Teatro de la Ópera o la estación de Moneo, en la capital de la Costa del Sol se inauguraron, entre otros, el Picasso, el Pompidou, el Ruso, el Thyssen o el Centro de Arte Contemporáneo, donde se pueden contemplar obras de genios de las artes figurativas, abstractas o de última tendencia. Pero Granada pretende dar un volantazo y ambiciona crear en trece años una colección de museos entre los que destacan los de Semana Santa, títeres, flamenco, bellas artes y un sinfín de espacios con un letrero en la puerta, un pie en la tradición y otro en el aire. No faltarán avinagrados que afirmen que semejante proeza sería imposible aunque la capitalidad cultural se pospusiera al 3021. O quienes agüen el vino argumentando que no es necesario que vuelva Sebas, porque Cuenca hace muy bien su trabajo y la propuesta parece imaginada por el mismísimo presidente del PP en colaboración con la extrema derecha estética y la Granada más rancia, incluido el psocialismo cofrade. O quien apunte el contradiós que supone crear un museo del flamenco tras abandonar durante décadas el Sacromonte, ese inmenso museo viviente. No es mi caso, yo estoy por empujar y contribuir con ideas constructivas.

¿Museos con carácter propio? ¡A ver! El Museo del Casetero, donde no pueden faltar el sombrero del Compadre, la copia de los pregones y una foto tamaño natural de Paco Lisarte. El Museo del Ser Granadino, situado a menos de cien metros del granadillo de Puertarraj, donde Pepe Ladrón de Guevara sitúa el epicentro de la malafollá. El Museo del Ferrocarril, con billetes, literas, bancos, ventanas y bocadillos de jamón de los trenes perdidos a Madrid y Barcelona. El museo de los Trabajadores Pobres, con las nóminas y horas extras no reconocidas de miles de camareros y cocineros. El Museo de los servicios privatizados, con las cuentas de beneficios de las empresas y los recibos de ochenta o cien euros por agua o electricidad. El Museo de los Engañabobos, aromado de incienso y atestado con figuras en cera de la mayoría de los que ocuparon más de 30 años cargos públicos mientras Granada progresaba sin cesar. Y más… mientras haya un celador, un guía y un cuantioso capítulo para gastos de limpieza y mantenimiento.

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