La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Grecia en Tokio, pero no en las aulas

Se acorralan y excluyen las humanidades mientras se sigue con pasión lo que nació en Grecia hace tres milenios

Paradójico: mientras se dejan morir las humanidades cegándoles sus salidas profesionales, mientras los estudios de clásicas -griego y latín, que habrá quien ya ni sepa que quiere decir eso- se pueden considerar ya casi difuntos, mientras la propia Iglesia tiró el latín por la borda tras el Vaticano II (y no me refiero a su uso en la liturgia, sino a su estudio en los seminarios), mientras cada vez más escolares visitan los museos sin tener ni idea de que esa señora en cueros es Venus (bueno, tampoco tienen claro que esa señora con un niño en brazos es la Virgen o que ese hombre clavado en una cruz es Jesús)… Mientras todo esto pasa el mundo se rinde a los Juegos Olímpicos. Paradójico, desde luego. Porque, como ustedes saben, este gran espectáculo, este suculento negocio por el que compiten las ciudades de todo el mundo, este despliegue televisivo e informativo, se remonta a 776 años antes de Cristo, a un lugar de Grecia llamado Olimpia en el que cada cuatro años se celebraban unos juegos deportivos.

Queramos o no somos, lo que la civilización clásica griega y romana, y el judeocristianismo, han hecho de nosotros. Podemos ignorarlo y, lo que es mucho más grave, disponerlo todo -planes de estudio, formación familiar, entorno social y laboral- para que nuestros hijos no tengan la menor referencia de ellos… Pero es lo que somos, nuestro ADN como europeos. Como el ADN existía y actuaba siglos antes de que en 1952 su función quedara del todo demostrada, el ADN grecorromano y judeocristiano existe y actúa se le conozca o no. Lo que está sucediendo es algo así como un monstruoso experimento cultural-biológico que pretendiera romper la cadena hereditaria de Europa para desarraigarnos por completo de nuestro origen, alterando nuestra identidad. Porque no solo se trata de Grecia, de Roma y de Jerusalén, sino de todo lo que su legado hizo posible a través de los siglos, desde el esplendor medieval a los movimientos sociales del XIX pasando por el Renacimiento, la Ilustración o la Revolución Francesa. Recuerdo la provocativa frase del gran George Steiner: el cristianismo y el marxismo son notas a pie de página del judaísmo.

Mientras todo esto se intenta reducir y se excluye poco a poco, pero con terrible constancia, de los planes de estudio, el mundo sigue con pasión lo que nació en Grecia hace tres milenios (porque hay negocio, claro).

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