La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

Grietas en la fortaleza

Lo que une a Iglesias y Sánchez, que es el disfrute del poder compartido, es más fuerte que lo que los separa

Un mes y medio ha tardado el Gobierno de coalición PSOE-UP en mostrar sus divergencias y tensiones. Pero, tranquilos, que no cunda el pánico entre los seguidores de Sánchez e Iglesias ni cunda el alborozo entre sus detractores. Son grietas menores, rápidamente cerradas por las cúpulas de los partidos implicados y las comisiones de seguimiento del pacto que se activan bajo la consigna de la discreción, sustituta de la antiguamente sagrada transparencia.

¿Quién está cediendo más para que las desavenencias no aumenten y no se fastidie el invento? De momento hay equilibrio. De la cuota socialista han tenido que dar marcha atrás los ministros Grande-Marlaska y Campo en sus planes de aumentar las restricciones al derecho de asilo y la represión de la inmigración irregular, el primero, y de abordar la reforma del Código Penal en su conjunto e impedir que la podemita Irene Montero se ponga la medalla el 8-M de regular en solitario la nueva formulación de los delitos contra la libertad sexual, el segundo.

Pero también Unidos Podemos ha tenido que renunciar a su proposición de ley encaminada a dar impunidad a los piquetes que amenacen durante las huelgas. Por no hablar de sapos ya deglutidos desde primera hora, sin asomo de molestias o ardores, como la confirmación del gran manipulador Tezanos al frente del CIS y la designación como fiscal general de la ex ministra Dolores Delgado, dos de las bestias negras de UP antes del feliz nacimiento de la coalición progresista que ya no quita el sueño, ni mucho menos, al presidente.

O sea, que la cuerda del pacto social-populista se tensará durante todo lo que dure la legislatura, pero no se romperá. La razón es simple: lo que les une, que no es otra cosa que el disfrute del poder, es más fuerte que cualquier otro elemento que pueda separarlos. Compartirlo, aunque sea con dificultades, resulta infinitamente más rentable y placentero que perderlo. Y más aún cuando esta investidura de hace seis semanas era la última oportunidad para uno (Pedro Sánchez) de eludir el fracaso estrepitoso de su aventura política y la única oportunidad para otro (Pablo Iglesias) de tocar poder y asaltar los cielos soñados del 11-M, aunque sea por la puerta de atrás y sólo para una selecta vanguardia.

Más allá de estas escaramuzas, el pacto solamente puede peligrar por culpa de Cataluña. Ahí los dos líderes del cambio y el progreso tienen poco margen de maniobra.

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