El lanzador de cuchillos

Guardias y niñatos

ETA ya no mata, pero los retoños de la burguesía vasca y catalana acosan y atacan a los hijos de las periferias urbanas o campesinas

Hace unos años asistí, por casualidad, a una jornada de puertas abiertas que tuvo lugar en la Plaza del Ayuntamiento de Guadix, con motivo de las celebraciones de la Patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar. Más de una treintena de agentes mostraron al público, mayoritariamente integrado por escolares, cómo trabaja el Instituto Armado en distintas situaciones: simularon un accidente de tráfico, la detención de unos narcotraficantes y hasta la detección y desactivación, con un perro y un robot, de un paquete-bomba. Los niños (y los mayores), encantados, aplaudían a rabiar.

No pude evitar, sin embargo, ver reflejadas en las caras de los guardias jóvenes las de los veinteañeros asesinados por ETA en la Plaza de la República Dominicana de Madrid y en las de los escolares accitanos, las de los niños cruel y prematuramente arrebatados a la vida en Vic o Zaragoza. Y me acordé de cuántos guardias como aquellos, muchachos de familias humildes, que en Guadix recibían el cariño de la gente, habían sufrido el rechazo, la soledad y el odio en las provincias prósperas del norte; cuántos habían encontrado la muerte, de la forma más cruel, por defender la libertad y la seguridad de todos nosotros. Y cuántos no habían podido descansar en paz ni después de muertos: velados clandestinamente por sus familias, homenajeados de urgencia en los patios traseros de los cuarteles electrificados, "la muerte no es el final", el himno nacional, el coche fúnebre y a toda prisa para el sur, como apestados… Pensaba en todo eso mientras confraternizaban con la gente del pueblo y, como los escolares de Guadix, emocionado y agradecido, grité "viva la Guardia Civil" y aplaudí hasta que me dolieron las manos.

Hoy ETA ya no mata, pero los retoños de la burguesía vasca y catalana acosan y atacan a los hijos de las periferias urbanas o campesinas, a los enanos negros del sur, en palabras del supremacista Sabino Arana. Y cuando veo a esos niñatos de familias acaudaladas jugar a la revolución escupiendo a policías o partiendo la cara a guardias civiles me viene a la cabeza el poema que dedicó Pasolini a las revueltas estudiantiles del 68: "…ahora los periodistas de todo el mundo -incluidos los de la televisión- os lamen el culo. Yo no, amigos. Tenéis cara de hijos de papá. Buena raza no miente… ayer, en Valle Giulia, tuvimos un fragmento de lucha de clases y vosotros erais los ricos, mientras que los policías eran los pobres". Cincuenta años después, en España, en el norte opulento, los desocupados niños de papá siguen apedreando a los hijos dignísimos de los de abajo.

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