Quousque tamdem

Luis Chacón

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Guardiola en el atril

Opinar es libre, pero, aunque resulte elitista afirmarlo, no todas las opiniones valen igual

Opinar es libre, pero, aunque resulte elitista afirmarlo, no todas las opiniones valen igual. Las hay autorizadas, incoherentes, meditadas, improvisadas y pamplinas siderales. Si debemos someternos a una delicada intervención quirúrgica a corazón abierto, nos parece más acertado tomar en consideración la opinión del cirujano cardiovascular que confiar en el leal saber y entender de nuestro carnicero de confianza. Y eso que los dos pueden ser muy hábiles cortando vísceras. Pero resulta demasiado aventurado tratar al propio corazón como a las mollejas de cordero.

Un futbolista tiene tanto derecho a opinar como un Premio Nobel de Física. La cuestión está en que a uno le haré más caso si se trata de lanzar un libre directo y al otro, si quiero analizar la trayectoria del balón y definir la sección de curva que dibuja en el aire. Por eso, en condiciones normales, las manifestaciones de Xavi Hernández y Pep Guardiola sobre la democracia en España, hubieran llenado horas de televisión en programas de humor y cámara oculta. Qué pena que se nos fuera Chiquito. Le imagino empezando el chiste con uno de sus clásicos palilleos chiquitistaníes y diciendo: "Ese Guardiola que va por el Paseo de Gracia…" y el público desternillándose en la platea. "Y le dice a Xavi: «Siete caballos vienen de España»… y el otro contesta: «Nos querrán hacer una guarrerida española, Pep. Vámonos pa' Qatar, no vayamos a tener la caidita de Roma. Y a disfrutar como pecadores de la pradera de la democracia qatarí»". "Y qatarí que te ví, no puedor, no puedor", acabaría Chiquito, con la gente llorando de la risa y dando hipidos.

Ver a Guardiola, con carita de sinsorgo y tono monocorde y lastimero de perrillo apaleado, mintiendo como un bellaco ante el atril, provoca entre pereza y grima. Escuchar como Xavi desacredita a España mientras pone como ejemplo democrático a una monarquía absoluta medieval te lleva a sospechar que padece delirium tremens. Desarmar el discurso de tan ilustres politólogos dura un pispás: si el independentismo fuera un delito, no habría un solo concejal o parlamentario de ningún partido independentista. Si en España no hubiera libertad de expresión, ¿a ver cómo íbamos a enterarnos de las bobadas que salen de su boca? Y si España no fuera una democracia, tendríamos campos de concentración para internar independentistas y lo mismo reeducarlos. Pero no. Así que no hay más preguntas, señoría.

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