Opinar es libre, pero, aunque resulte elitista afirmarlo, no todas las opiniones valen igual. Las hay autorizadas, incoherentes, meditadas, improvisadas y pamplinas siderales. Si debemos someternos a una delicada intervención quirúrgica a corazón abierto, nos parece más acertado tomar en consideración la opinión del cirujano cardiovascular que confiar en el leal saber y entender de nuestro carnicero de confianza. Y eso que los dos pueden ser muy hábiles cortando vísceras. Pero resulta demasiado aventurado tratar al propio corazón como a las mollejas de cordero.
Un futbolista tiene tanto derecho a opinar como un Premio Nobel de Física. La cuestión está en que a uno le haré más caso si se trata de lanzar un libre directo y al otro, si quiero analizar la trayectoria del balón y definir la sección de curva que dibuja en el aire. Por eso, en condiciones normales, las manifestaciones de Xavi Hernández y Pep Guardiola sobre la democracia en España, hubieran llenado horas de televisión en programas de humor y cámara oculta. Qué pena que se nos fuera Chiquito. Le imagino empezando el chiste con uno de sus clásicos palilleos chiquitistaníes y diciendo: "Ese Guardiola que va por el Paseo de Gracia…" y el público desternillándose en la platea. "Y le dice a Xavi: «Siete caballos vienen de España»… y el otro contesta: «Nos querrán hacer una guarrerida española, Pep. Vámonos pa' Qatar, no vayamos a tener la caidita de Roma. Y a disfrutar como pecadores de la pradera de la democracia qatarí»". "Y qatarí que te ví, no puedor, no puedor", acabaría Chiquito, con la gente llorando de la risa y dando hipidos.
Ver a Guardiola, con carita de sinsorgo y tono monocorde y lastimero de perrillo apaleado, mintiendo como un bellaco ante el atril, provoca entre pereza y grima. Escuchar como Xavi desacredita a España mientras pone como ejemplo democrático a una monarquía absoluta medieval te lleva a sospechar que padece delirium tremens. Desarmar el discurso de tan ilustres politólogos dura un pispás: si el independentismo fuera un delito, no habría un solo concejal o parlamentario de ningún partido independentista. Si en España no hubiera libertad de expresión, ¿a ver cómo íbamos a enterarnos de las bobadas que salen de su boca? Y si España no fuera una democracia, tendríamos campos de concentración para internar independentistas y lo mismo reeducarlos. Pero no. Así que no hay más preguntas, señoría.
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