Mirada alrededor

Juan José Ruiz Molinero

jjruizmolinero@gmail.com

Guevara, poeta y todo lo demás

Quedará en la memoria como una de las voces más personales de la mejor poesía granadina después de Lorca

José G. Ladrón de Guevara no era sólo una conciencia crítica de la sociedad granadina -ahí están sus geniales 'Columnas del búho'-, ni siquiera por su análisis de las características, reflejado en su ensayo sobre la 'malafollá', por los que algunos lo reconocen, sino una de las voces más personales de la mejor poesía granadina después de Lorca. En mi libro Granada, la bella y la bestia que él tuvo la generosidad de prologar, me acerco a su dimensión poética y a su capacidad de alentar y hacer renacer a la poesía granadina, tras el silencio producido por el asesinato de Lorca, cuya figura reivindicó leyendo el primer manifiesto en Fuente Vaqueros, con el grito 'Lorca está vivo'. Una generación alrededor de 'Versos al aire libre', irrepetible por su ruptura con los silencios: la de Guevara, Guillén, Elena Martín Vivaldi, Ruiz del Castillo, Trina Mercader y tantos otros y otras que daban vida a una época gris que ellos iluminaron. Guevara fue la voz más cercana al pueblo, la que, superando intelectualismos falsos, era capaz de reírse de las cosas y de él mismo -el humor nos salva, decía-, de comprender soledades, amores, vida y muerte que son parte de una misma cosa. En su libro Solo de hombre nos recuerda: "Quedarse solo pudre la osamenta del mármol./ Y tomarse una cerveza y fumar sin precisarlo./ Comprar una revista para no abrirla nunca". Pepe era vida, pero con un centro en ella: 'Por naturaleza, por convicción,/ mi vida entera gravita/ hacia el lado del corazón". Ahí están sus canciones populares y esa especie de testamento: "Sólo aspiro a dos cosas: /vivir decentemente/ y, al cabo de la calle,/ morirme de repente".

Así se murió, de repente y por el lado del corazón. Y, como todo hombre del sur, su poesía no podía separarse de la idea de la muerte -como Lorca-, aunque a veces también merezca la pena reírse de ella. "Desde entonces, ya hemos muerto./ Pero nadie lo advierte/ Y así continuamos, por algún tiempo,/ disfrazados de supervivientes;/ hasta que un día ya no es posible,/ aplazar hasta mañana el desenlace, /y alguien nos ata las manos,/ nos amordaza, /nos abrocha los ojos./ Y redacta una esquela,/ mientras otros, por oficio,/ le echan tierra al asunto". A la muerte hay que verla, decía Pepe, con sentido del humor, como todo lo inevitable. Tras una larga retahíla de cosas insignificantes por la que podemos morirnos, acababa diciendo: "Moriremos de nada. Y a su debido tiempo".

En fin, en el libro me acerco a la personalidad de este granadino desmitificador, uno de los poetas más importantes y personal, después de Lorca. José G. Ladrón de Guevara fue poeta y todo lo demás. Y deberíamos recordarlo -pese a los silencios endémicos- en toda su dimensión porque es parte de la memoria de una ciudad.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios