La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

El tal Hasel

Pablo mandó piar a sus subalternos con un apretad, apretad, tuiteado en castellano de 'echeniques' maneras

Ahora que, gracias a Pedro Sánchez, Iglesias se ve en el poder que le otorgan unos sillones del Consejo de Ministros, y cientos de sueldos a bien pagados asesores, les inquieta que las hordas violentas del anarquismo les vean como acomodados cómplices del sistema. Les preocupa que su responsabilidad, inherente al cargo del gobernante, aminore sus expectativas electorales. Pero, sobre todo, que Sánchez se lleve las nueces del nogal que caen por su desgaste y desprestigio personal y político. Juegan al despiste de querer ser, a la vez, parte del gobierno y de la oposición violenta, nocturna y guerrillera.

Lo del encarcelamiento judicial de un soplagaitas que canta, un reiterativo pijo-delincuente, violento, supremacista enaltecedor del terrorismo, esquilmador y amenazador compulsivo, es la excusa perfecta para sumarse al carro de las pedradas y adoquines lanzados con lacito indepe, morriña estalinista o fervor chavista. Con alunizajes a juego, pues ir con Nike o Louis Vuitton robado debe ser lo más, incluso para esta izquierda arremangá de chulería, pero con pasamontañas hasta las cejas.

Pablo Iglesias viendo series en Netflix, con chalé en Galapagar, esmoquin en la fiesta de los Goya y portada de Vanity Fair, les estaba pareciendo de centro, aburguesado y castoso. Los desplantes a Felipe VI eran insuficiente mercancía para su fuego. Se acabó ser sus cheerleaders. Es mucha la tensión guardada tras un año de confinamientos, cierres perimetrales y restricción de la movilidad. No había un Rajoy contra quien salir a protestar por haber sacrificado un perro, hasta que la firme condena a un tal Hasel les encendió la mecha del pretexto.

Quieren hacer creer que ser de izquierdas civilizadamente ya no es cool. Imaginemos cómo nos verán a quienes abjuramos de sus elitistas principios de supremacía moral. Han estado viviendo de los réditos de la socialdemocracia que pactó cuando gobernaba y cuando no, y logró más que a pedradas. Tienen formación (o no), derechos y libertades gracias a esa prosperidad legislativa que nos trajo la palabra, la negociación y los acuerdos durante cuarenta años.

Pablo mandó piar a sus subalternos con un apretad, apretad, tuiteado en castellano de echeniques maneras. Recordando por boca de otros la emoción de ver adoquines aporreando cascos de la policía. Defender la libertad de expresión es la excusa. El objetivo es otro. ¿Y Sánchez? En casita, con Iván al lado. Acariciando a un gato, junto a Tezanos y Marlaska.

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