Permítanme que traiga a mi memoria una novela, Los hijos del Führer. Escrita hace ocho años por Francisco Javier Aspas, la novela propone en sus páginas uno de los temas cruciales de la instauración del Tercer Reich: la educación. Una trama compleja que refleja el impacto del nazismo en niños y adolescentes que fueron moldeados para formar parte de las Juventudes Hitlerianas y La liga de las Muchachas Alemanas. Hijos de la Alemania nazi, educados para creer en Adolf Hitler y sus delirios sociales y de grandeza nacionalsocialista.

El autor describe un sistema educativo orientado al adoctrinamiento de los jóvenes alemanes. Decía Aspas en 2012 que "la educación nacionalsocialista tenía varias etapas. En la escuela se les educaba con una doctrina basada en el sentimiento nacional alemán. En las Juventudes Hitlerianas ya había más contenido político". El nazismo inculcó a los niños muchas cosas, pero lo que moldeó la mentalidad de aquellas promociones educativas fue la ideología pagana germánica, que suplantó valores tradicionales de la cultura cristiana.

La novela describe una execrable sociedad como el mayor y más deleznable ejemplo de adoctrinamiento. No se hacía a la ligera. Era fruto de una estrategia que partía de conocimientos pedagógicos bastante avanzados, y una formación para un profesorado que a través de cursos fomentaban un pensamiento único que reconducía a los niños a admirar a su Führer, en quien veían un ser superior, infalible. Muchos padres se dieron cuenta que habían perdido el control sobre sus hijos. Demasiado tarde. Los nazis intentaron formar una familia ideológica que estuviera por encima de la familia biológica. Lo consiguieron. Hitler decía a los padres: "Tú no piensas como yo, pero tus hijos ya me pertenecen". Y no le faltó razón.

Salvemos distancias. Las propuestas no pueden ni deben compararse. Pero que cada uno se aplique el cuento como pueda y deba. La historia está también para saber lo que no debemos hacer. Cada vez que históricamente un Estado ha tratado de asfixiar y anteponer sus criterios al núcleo de decisiones educativas familiares, ha fracasado. Y ésta vez también fracasará. Si el gobierno socialpodemita persiste en anteponer la planificación estatal a la orientación y decisión educativa de los padres, fracasará. Como fracasa cualquier estrategia que suponga, como ahora, recortar derechos y libertades públicas. Y para eso estaremos los padres. Para hacerla fracasar.

Una última cuestión. Dejen de utilizar a las familias bajo estrategias y fines exclusivamente políticos. Entierren el pin parental. Entierren a Papá Estado. Salgan de las mesas de negociación. Dejen a la comunidad educativa hablar, reflexionar, proponer, llegar a acuerdos. Sabremos cada uno asumir nuestro papel. Nos interesa. Está en juego la formación de nuestros hijos, su capacitación técnica y su formación humana. No podemos seguir fracasando. Pensamos distinto. Seguro. Pero, estoy convencido, llegaremos a acuerdos. Distinguiremos lo obligatorio de lo complementario, lo escolar de lo familiar, lo necesario de lo superfluo. Les evitaremos su violencia verbal, su mal ejemplo político y hasta social. Para eso son nuestros, ¿sabe, sra. Celáa?

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