Extramuros

José Antonio / Montilla

Historia de una rotonda

EL turista que accede al centro de Granada por la carretera de Jaén extrae dos conclusiones en su primera impresión de la ciudad. Por un lado, que hemos descubierto las rotondas y tenemos en ellas la fe del converso; por otro, que nuestra concepción estética es discutible. Un visitante que llega a Granada deseando admirar la delicadeza del arte nazarí o atraído por la sensibilidad de Lorca se encuentra de golpe con fuentes y estatuas de mármol, sin más valor que la ostentación. Ahora bien, peor es que acceda por la Avenida de Andalucía desde Málaga, Córdoba o Sevilla. Entonces, quedarán grabados en su retina los ripios y la cochambre de la primera rotonda que se encuentra. Lo peor es que si hubiera venido un año antes, la imagen hubiera sido la misma. Resulta increíble que desde hace casi dos años un acceso natural al centro esté marcado por lo que quiso ser una rotonda y se ha convertido en un triste reflejo de la parálisis de la ciudad. Las señalizaciones de plástico que marcan la dirección del tráfico se rompieron por los golpes de los coches sorprendidos por ese obstáculo inesperado, especialmente por la noche, pues a nadie se le ha ocurrido iluminar la zona.

Por supuesto, esos hitos se nos muestran con el color perdido, para que no haya dudas sobre el mucho tiempo que llevan en el mismo lugar. Incluso las mallas que impiden a la rotonda cumplir su función natural fueron rotas en algún momento para habilitar el paso, y así quedaron. Creo que los ciudadanos soportamos bien las molestias de las obras, pero deberíamos aguantar peor la indolencia de nuestros poderes públicos.

Algún taxista me ha justificado el estado de la rotonda por la paralización judicial del vial contiguo. Pero son cosas distintas. El vial está paralizado porque, presuntamente, se ha construido en zona verde. Los vecinos ya lo denunciaron cuando se iniciaron las obras y la respuesta municipal fue aumentar el ritmo de trabajo a ver si se podía terminar rápido e imponer la política de hechos consumados. Sin embargo, la paralización judicial llegó antes que la inauguración. Y así seguimos desde entonces, con las palmeras ya secas y el vial utilizándose de aparcamiento. Pero la rotonda no es el vial, ni es la gasolinera, también contigua, cuyo expediente X merecería un reportaje más que una columna. La rotonda es un punto en la entrada a la ciudad cuyo deplorable estado está afectando a la imagen de una ciudad que tiene en el turismo su principal fuente de ingresos. Ya se que lo arreglarán antes de las próximas elecciones municipales, pero es que para ese momento faltan todavía más de dos años. Me parece mucho sestear.

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