Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Ho Chi Minh en el Manzanares

Ayuso juega a lo mismo que Torra o Puigdemont. Solo acata las leyes que le convienen

Analizar el pensamiento político de Ayuso es como buscar con los ojos vendados en una habitación a oscuras un gato negro que no está. Ella no es peor que Abascal, Casado o Arrimadas, sus compañeros en el viaje de expulsar de la Moncloa a Sánchez. Simplemente, como Trump, manifiesta lo que los otros piensan pero no siempre dicen. Esta política (¿?) está convencida -como sus socios- de que solo un gobierno es legítimo cuando es de su charpa. España es suya y si una población manipulada aúpa al poder a los adversarios, corren a corregir, como sea, una equivocación tan catastrófica. Todo está permitido, desde la mentira sistemática, hasta contundentes golpes al Estado. Estos, más que constitucionalistas, son patrimonialistas y muy parecidos a los patrimonialistas, secesionistas, identitarios, catalanes o escoceses. Puigdemont proclamó durante unos segundos, menos que los del paseo de Sánchez con Biden, una anticonstitucional República Catalana y una desnortada Ayuso acaba de mancillar la Constitución sin miramientos, al sostener que el Rey se hace cómplice de lo que no tiene más remedio que firmar. Ya, durante la gestión de la pandemia (errática ella, errático Sánchez), pareció que iba a fundar el Cantón Independiente de la Meseta. Un Cantón/Covadonga, germen de la "buena" España que tendría que empeñarse en una nueva reconquista de la España "mala". Peligrosas simplezas. Se ha pasado a la secesión, con Puigdemont y Torra. Como ellos, esta independentista mesetaria vive de estar en gresca continua con el Estado. Esta patulea de llorones insaciables me recuerdan a mi sobrino Pepe que con tres años le decía a su madre cuando quería lavarlo: "Mamá, déjame solo, en mi rinconcico, con mi mierdecica y mi chupe". La izquierda, con sus apuestas independentistas, contribuye a la confusión y al desbarajuste. Pocos quieren un Estado español fuerte. La derecha porque, al considerarse dueña de la Patria -botín, en ocasiones, de razias militares-, no ve la necesidad de ningún contrato social que garantice a la población hospital, techo y escuela. Y la izquierda, desde la Revolución rusa, no quiere un estado fuerte. Lo prefiere troceado en porciones, para ir comiéndoselo partido a partido. En sus delirios, Ayuso sueña con reunificar y presidir la España rota. Su modelo, el reunificador comunista de Vietnam: Ho Chi Minh. El Mekong y el Manzanares se dan la mano.

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