La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Hociqueando en la desgracia

También en nosotros hay una llamada de lo primitivo que hociquea en las desgracias ajenas

Los medios se han cebado con la desaparición, búsqueda y hallazgo de Blanca Fernández Ochoa. Y tras ello con las hipótesis sobre las causas de su muerte. Públicos y privados lo han explotado por igual. Y no sólo me refiero a la anécdota de los niñatos presuntos periodistas que se guaseaban durante la búsqueda. Me refiero a los programas de variedades frívolas presentados en unos casos por humoristas y en otros por periodistas del corazón que informaron y opinaron sobre la desaparición, la búsqueda y las causas de la muerte. Me refiero a los policías y forenses que se prestan a participar en ellos. Me refiero a lo inútil de enviar unidades móviles para que graben y radien in situ la llegada al departamento anatómico del furgón en el que se traslada el cuerpo. Me refiero a la inútil colocación de informadores que nada pueden decir porque nada saben ante las puertas cerradas del departamento anatómico en el que se va a practicar la autopsia. Me refiero a las informaciones que, precedidas de "según ha podido saber este medio" o manejando el condicional, especulan sobre las causas de la muerte antes de que haya un comunicado oficial. Me refiero a los medios que titulaban sus ediciones digitales "última hora de la autopsia, en directo", dando detalles de los trabajos forenses sobre el cuerpo.

Me refiero también a quienes consumen estas informaciones. Porque es difícil saber si la demanda crea la oferta, y los medios satisfacen la curiosidad morbosa del público aprovechándose de ella para engordar audiencias, o si la oferta crea la demanda activando un morbo insano que desgraciadamente forma parte de lo peor de la naturaleza humana, algo que está ahí siempre, agazapado, expectante, más o menos reprimido por la educación, el respeto y la empatía, pero siempre dispuesto a abalanzarse sobre la carnaza si se la ofrecen. Es esa regresión que, referida al perro Buck, Jack London inmortalizó al titular su magistral novela La llamada de lo salvaje, cuyo tercer capítulo se llama La bestia primitiva dominante ("La bestia dominante primitiva era poderosa en Buck y, bajo las rudas condiciones de aquella vida, fue creciendo sin parar").

También en nosotros hay una llamada de lo salvaje que despierta a la bestia dominante primitiva que en su versión más atenuada -porque por desgracia todos los días tenemos noticias de sus emergencias más brutales- hociquea en las desgracias ajenas.

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