En el rizar del rizo del esperpento en que puede llegar a convertirse esta ciudad, los propietarios de tiendas y bazares de la calle Calderería y aledaños del Albaicín, han decidido ponerse en huelga de persianas caídas dejando a ciudadanos y vecinos sin la posibilidad de comprar babuchas morunas, gandoras, narguiles, bolsos de serraje y demás utensilios tradicionales y bienes absolutamente imprescindibles para afrontar el frío invierno que se nos viene encima.

Protestan por la decisión del Ayuntamiento de sancionarles por el incumplimiento reiterado de la ley en la exposición de sus productos en la calle, ocupando el espacio público y taponando el paso de los vecinos y esgrimen en su defensa que ellos deben quedar al margen de la ley porque son la tradición. Olvidando que la auténtica tradición en el Albaicín son sus vecinos que, por cierto, no comen babuchas ni se visten con alegres gandoras 'made in Pakistán' para ir a trabajar, como también tradición era un comercio que hoy ha desaparecido, entre otras cosas, gracias la presión de este modelo dedicado en exclusiva al turismo.

Olvidan igualmente que la ley que el Ayuntamiento intenta hacer cumplir sirve, entre otras cosas, para garantizar la convivencia en un barrio falsificado donde la actividad generada por el turismo ramplón y depredador, que caracteriza a esta ciudad, está consiguiendo que la vida en él sea imposible y olvidan, sobre todo, que la ley está para hecha para cumplirse y para cumplirse por todos.

Demasiado tiempo han sido los ayuntamientos de esta ciudad permisivos con el incumplimiento de la norma y demasiado ha sido el daño que esa actitud ha provocado en un barrio cada día más frágil en su supervivencia. Hoy, que parece que el Ayuntamiento al fin ha entendido cúal es su obligación, no resta más que felicitarle y recomendar a los señores propietarios que si no quieren cumplir la ley, lo mejor es que se unan solidariamente en su lucha a otros incumplidores de la ley, como los que abusan de terrazas y veladores en los espacios públicos, los que explotan apartamentos ilegales y no pagan a Hacienda, los que pagan salarios de miseria o los que cotizan por tres horas a trabajadores que hacen doce y, ya que están, al maldito trenecito que es un martirio con sus primos los segways por las aceras y todos juntos, en la misma lucha, se pongan en huelga indefinidamente. Hasta el final de los tiempos.

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