ESTÁ claro que el IVA, en realidad, venía. Estuvo claro desde que en septiembre pasado el Gobierno, en tremenda pirueta, dejó de creer que bajar los impuestos era de izquierdas y anunció que desde el 1 de julio de 2010 subiría el Impuesto sobre el Valor Añadido para aumentar sus ingresos. Más tarde, ya con el directorio europeo en plan ultimátum, daría otro salto ideológico para acometer un ajuste aún más duro, congelando sueldos públicos y recortando las pensiones que antes consideraba intocables.

Volvamos al IVA que vino inexorablemente el 1 de julio de 2010, o sea, ayer. La subida no afecta a los productos de primera necesidad, como los huevos, el pan, la leche y la fruta, pero sí al resto de la alimentación, las bebidas no alcohólicas, la hostelería y la restauración (pasa del 7% al 8%) y, en su tramo superior, a las bebidas alcohólicas, electrodomésticos y ocio (del 16% al 18%). ¿Qué efectos va a tener el incremento? Uno se da por descontado: el efecto cabreo, el malestar profundo que provoca cualquier subida de impuestos entre los ciudadanos implicados. En este caso son todos los ciudadanos, aunque con la particularidad de que perjudicará más a quienes disponen de rentas más bajas, que son los que tienen que dedicar mayor porcentaje de sus ingresos al consumo.

Como cualquier impuesto indirecto que no grave productos de lujo, el IVA es netamente regresivo, nada progresista desde el punto de vista social. Y como cualquier medida de política económica, favorece la consecución de un objetivo y perjudica el logro de otro u otros. Sirve para reducir el déficit público, ya que engrosa las arcas del Estado, pero frena el consumo privado y, por tanto, obstaculiza la recuperación económica.

En mayo, según el Banco de España, se interrumpió el incremento del gasto de las familias experimentado en el primer trimestre del año. Ahora, con el decretazo en vigor y con la subida del IVA, hay menos poder adquisitivo en colectivos muy amplios y, en lógica consecuencia, puede regresar el temible fantasma de la recesión, que quiere decir menos demanda y menos empleo. El secretario de Estado del ramo, Carlos Ocaña, pronosticó ayer que la subida tendrá un efecto "limitado" en los bolsillos de los españoles. Lo malo, Ocaña, es que los bolsillos de los españoles ya están bastante limitados.

Tres circunstancias concurren en el momento de la subida del IVA. Una, las rebajas, que pueden dar un respiro al consumidor y compensar el bocado fiscal. Dos, el retorno de la picaresca del redondeo, que tanto marcó la llegada del euro. Tres, la decisión de algunas cadenas comerciales de no repercutirle el IVA a los clientes, sino asumirlo como coste propio. Pero ¿esto va a durar mucho?

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