Pablo Iglesias, calándose hasta las cejas la barretina que ahora le conviene, ha querido terciar en la polémica surgida entre España y Rusia. Como recordarán, el alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y de Seguridad, Josep Borrell, exigió a Moscú la liberación de Aleksei Navalni. En respuesta a su demanda, el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, criticó la "retórica indecorosa" de los países occidentales y comparó la situación del opositor encarcelado a la de los presos y exiliados catalanes del procés. La reacción del Gobierno español, expresada por boca de la ministra González Laya, fue tan tajante como impecable: España, y no Rusia, está reconocida como una de las 23 democracias plenas que hay en el mundo.

Es en este momento del intercambio dialéctico cuando entra el tacticista Iglesias. En una entrevista concedida al diario Ara, Pablo sentencia que "no hay una situación de plena normalidad política y democrática en España cuando los líderes políticos de los partidos que gobiernan Cataluña están uno en la cárcel y el otro en Bruselas". De sus palabras se deduce que el vicepresidente segundo de nuestro Gobierno -como tal habla- no ve normal que en un Estado de Derecho la desobediencia a leyes sea judicialmente castigada.

Es verdaderamente de traca que el gobernante Iglesias ataque con tanta irresponsabilidad al propio entramado legal que, sin ir más lejos, le ha conferido su ventajoso estatus actual. No tiene sentido que, desde su posición privilegiada, torpedee la labor de garante del sistema que el Ejecutivo asume. En este y en otros muchos temas (la erosión de la Jefatura del Estado, las amenazas a la prensa incómoda, el asalto al Poder Judicial, el blanqueo de Bildu), él y su partido se configuran, esta vez sí, como una gigantesca e irrefutable anomalía democrática.

El líder de Podemos puede opinar lo que le venga en gana y aspirar a la utopía totalitaria que le apetezca. Pero no, deslealmente, desde dentro del Consejo de Ministros y disfrutando de las prebendas que le otorga el mismo sistema que pretende derribar. La anormalidad, Pablo, eres tú, el bombero pirómano, el revolucionario de coche oficial. No se puede estar a setas y a Rolex. Que el PSOE te acepte y te sostenga como socio institucional y te confíe la gobernación del país es un disparate y un exceso, un absurdo y un error del que tú y Sánchez jamás podréis dar convincente y satisfactoria explicación.

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