PABLO Iglesias, el muerto, fundó el PSOE con unos cuantos compañeros tipógrafos. Pablo Iglesias, el vivo, se ganó cinco eurodiputados en sus primeras elecciones gracias a la televisión y a las redes sociales. El primero editaba pasquines; el segundo, vídeos que cuelga en Youtube. Se ha ahorrado millones de euros, que no tenía, en lanzar una marca y un líder. Parte de la desafección política buscaba, paradójicamente, un vehículo para participar en los partidos, y lo ha encontrado en este Podemos con coleta, que ha adelantado a IU en muchas ciudades, entre ellas Sevilla. En algunos colegios electorales de Cádiz, su sorpasso ha sido doble, al adelantar a IU y al PSOE. Más que de extrema izquierda o bolivariano, su programa es alternativo, algunas propuestas suenan bien, otras son irrealizables y otras nos llevarían a un gasto público insoportable. Si hay algo preocupante es la concepción personalista de la formación, un liderazgo sostenido alrededor de un tertuliano que ha sido capaz de sacar de la abstención a miles de jóvenes que no votaban al PSOE o a los que IU les parecía un partido aún más viejo que el socialista. IU deberá presentar a Alberto Garzón, el PSOE buscará también a alguien joven. Rajoy parecerá el abuelo de todos ellos, pero -no lo olviden- la mayoría española es así, tranquila, un tanto miedosa, le gustaba Suárez.
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