La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Imbéciles peligrosos

Celebrar una fiesta ahora es cosa de imbéciles y canallas. Y los primeros son más peligrosos que los segundos

Lo que don Quijote dijo a Ginés de Pasamonte en el episodio de los galeotes se puede decir a los estudiantes que organizaron la fiesta ilegal en el colegio mayor Galileo Galilei -¡vaya forma de embarrar un nombre!- de Valencia: "Pues voto a tal, don hijo de la puta, don Ginesillo de Paropillo, o como os llamáis, que habéis de iros solo, con el rabo entre las piernas, con toda la cadena a cuestas".

Se puede llamar don hijo de la puta a quienes en estas circunstancias -superándose los 800.000 contagios y con 5,2 millones de españoles confinados- organizan una fiesta propagando la infección de momento a 120 personas, obligando al confinamiento de los 650 residentes en ese colegio mayor y al cierre de la Politécnica que deja a 25.000 alumnos sin clases presenciales. También se les puede decir que se vayan con el rabo entre las piernas y toda la cadena a cuestas. Siendo lo peor que esta cadena no solo cae sobre ellos, sino sobre miles de personas si se suman infectados, confinados y quienes se quedan sin clases.

He escrito aquí de los negacionistas pasivos que se apelotonan en bares, fiestas o botellonas y recomendado la lectura Divertirse hasta morir de Neil Postman. Y ayer lo hacía del enorme esfuerzo y gasto que están haciendo las universidades para garantizar a los estudiantes un mínimo de daños y pérdidas en sus procesos de formación. Que una fiesta de universitarios ponga este esfuerzo en jaque obligando a suspender las clases y expanda el virus es una estupidez culpable, una imbecilidad dañina, una irresponsabilidad que hace recaer sus consecuencias sobre quienes sí respetan las normas sanitarias.

Corrieron riesgos necesarios quienes en los meses más duros de confinamiento ofrecían los servicios esenciales, desde los sanitarios que estaban (y están) en primerísima línea de lucha pagándolo caro en contagios y muertes a cuantos hacían funcionar supermercados, farmacias o medios de comunicación. Corren hoy riesgos quienes tienen que ir a sus trabajos en transporte público y estar en contacto con los ciudadanos a los que sirven. Estos riesgos eran y son asumibles para que la sociedad y la economía no se colapsen. Pero correrlos por celebrar una fiesta -universitaria, familiar, de jubilación o de lo que sea- es una imbecilidad y una canallada. Siendo más peligroso lo primero que lo segundo; porque es sabido que los tontos son más peligrosos que los malvados.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios